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El sonambulismo hacia el apocalipsis

por Sam Harris:


En su discurso de respuesta al horrible asesinato del periodista James Foley por un jihadista británico, el presidente Obama pronunció el siguiente reproche (usando un nombre alternativo para ISIS):

ISIL no habla en nombre ninguna religión… y ninguna fe enseña a la gente a masacrar inocentes. Ningún Dios justo se responsabilizaría por lo que hicieron ayer y lo que hacen todos los días. ISIL no tiene ninguna ideología de ningún valor para los seres humanos. Su ideología está en bancarrota… haremos todo lo posible para proteger a nuestro pueblo y los valores intemporales que defendemos. Que Dios bendiga y mantenga la memoria de Jim. Y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.

En sus declaraciones posteriores que describen una estrategia para derrotar a ISIS, el Presidente declaró:

Ahora, dejemos dos cosas claras: ISIL no es islámico. Ninguna religión tolera la matanza de inocentes, y la gran mayoría de las víctimas de ISIL han sido musulmanes… ISIL es una organización terrorista, puro y simple. Y no tiene una visión diferente de la masacre de todos los que se interpongan en su camino… Que Dios bendiga a nuestras tropas, y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América.

Como ateo, no puedo evitar preguntarme si este armazón de pretextos y engaño finalmente será quemado — ya sea por la clara luz de la razón o por un exceso de terror infligido a inocentes por los seguidores de Dios. ¿Qué vendrá primero, coches voladores y vacaciones a Marte, o un simple reconocimiento de que las creencias guían el comportamiento y que ciertas ideas religiosas —la yihad, el martirio, la blasfemia, la apostasía— conducen de forma fiable a la opresión y el asesinato? Puede ser cierto que ninguna fe enseñe exactamente a la gente a masacrar inocentes — pero la inocencia, como seguramente sabe el Presidente, está en el ojo del observador. ¿Son “inocentes” los apóstatas? ¿Los blasfemos? ¿Los politeístas? El islam tiene la respuesta, y la respuesta es “no”.

Más musulmanes británicos se han unido a las filas de ISIS de los que se han ofrecido como voluntarios para servir en las fuerzas armadas británicas. De hecho, este grupo ha logrado atraer a miles de reclutas de las sociedades libres en todo el mundo para ayudar a construir un paraíso de represión y masacre sectaria en Siria e Irak. Este es un fenómeno sorprendente, y revela algunas verdades muy incómodas sobre los fracasos del multiculturalismo, la vulnerabilidad inherente a las sociedades abiertas, y el poder aterrador de las malas ideas.

Sin duda, en este punto, muchas preocupaciones ilustradas vendrán a inundar la mente del lector. No quisiera dar la impresión de que la mayoría de los musulmanes apoyan a ISIS, ni quiero dar ningún tipo de refugio o fuente de inspiración para el odio de los musulmanes como personas. Al mostrar una conexión entre la doctrina del islam y la violencia yihadista, estoy hablando de las ideas y sus consecuencias, y no sobre los 1500 millones de musulmanes nominales, muchos de los cuales no toman su religión muy en serio.

Pero la creencia en el martirio, el odio a los infieles, y un compromiso con la yihad violenta no son fenómenos marginales en el mundo musulmán. Estas preocupaciones son compatibles con el Corán y numerosos hádices. Es por ello que el popular clérigo saudí Mohammad Al-Areefi suena como el capellán militar de ISIS. El hombre tiene 9,5 millones de seguidores en Twitter (el doble que el Papa Francisco). Si puedes encontrar una importante distinción entre la fe que él predica y lo que motiva el salvajismo de ISIS, probablemente deberías consultar a un neurólogo.

Entender y criticar la doctrina del islam —y encontrar alguna manera de inspirar a los musulmanes a reformarlo— es uno de los retos más importantes que enfrenta ahora el mundo civilizado. Pero la tarea no es tan simple como desacreditar las falsas doctrinas de los musulmanes “extremistas”, porque la mayoría de sus puntos de vista no son falsos a la luz de las Escrituras. Odiar a los infieles es sin duda el mensaje central del Corán. La realidad del martirio y la santidad de la yihad armada son tan controvertidas en el islam como la resurrección de Jesús lo es en el cristianismo. No es un accidente que millones de musulmanes reciten la shahada o hagan la peregrinación a La Meca. Tampoco es un accidente que horribles imágenes de infieles y apóstatas siendo decapitados se haya convertido en una forma popular de pornografía a lo largo del mundo musulmán. Cada una de estas prácticas, incluso este espantoso método de asesinato, encuentran apoyo explícito en las Escrituras.

Pero ahora hay una gran industria de la ofuscación diseñada para proteger a los musulmanes de tener que lidiar con estas verdades. Nuestros departamentos de humanidades y ciencias sociales están llenos de eruditos y pseudoeruditos que se consideran expertos en terrorismo, religión, jurisprudencia islámica, antropología, ciencia política, y otros diversos campos que afirman que cuando se trata de intolerancia, musulmanes y violencia, nada es nunca lo que parece. Por encima de todo, estos expertos afirman que no se le puede tomar la palabra a los islamistas y yihadistas: Sus incesantes declaraciones sobre Dios, el paraíso, el martirio, y los males de la apostasía no son más que una máscara ocultando sus verdaderas motivaciones. ¿Cuáles son sus verdaderas motivaciones? Inserta aquí las más abyectas esperanzas y proyecciones del liberalismo secular: ¿Cómo te sentirías si los imperialistas occidentales y sus cartógrafos hubieran dividido tus tierras, robado tu petróleo, y humillado tu orgullosa cultura? Los devotos musulmanes solamente quieren lo que todos quieren — seguridad política y económica, un pedazo de tierra al que llamar hogar, buenas escuelas para sus hijos, un poco de tiempo libre para disfrutar de la compañía de amigos. Desafortunadamente, la mayoría de mis compañeros liberales parecen creer esto. De hecho, no aceptar este oscurantismo como un profundo conocimiento de la naturaleza humana y de inmediato prevenir sobre las enseñanzas del islam se considera una forma de fanatismo.

En cualquier conversación sobre este tema, hay que implementar continuamente un firewall de advertencias y hacer concesiones a la irrelevancia: Por supuesto, la política exterior de Estados Unidos tiene problemas. Sí, realmente hay que bajarle al petróleo. No, no apoyé la guerra en Irak. Claro que he leído a Chomsky. Sin duda, la Biblia contiene pasajes igualmente terribles. Sí, me enteré del bombardeo de una clínica abortista en 1984. No, lamento decir que Hitler y Stalin no fueron motivados por el ateísmo. ¿Los Tigres Tamiles? Por supuesto que he oído hablar de ellos. Ahora, ¿podemos hablar honestamente acerca de la relación entre la creencia y la conducta?

Sí, muchos musulmanes ignoran felizmente la apostasía y la blasfemia de sus vecinos, ven a las mujeres como iguales morales de los hombres, y consideran despreciable el antisemitismo. Pero también hay musulmanes que beben alcohol y comen tocineta. Todas estas tendencias van en contra de las enseñanzas explícitas del islam en uno u otro grado. Y, al igual que los moderados de todas las demás religiones, los musulmanes más moderados se vuelven oscurantistas al defender su fe de la crítica. Se basan en los valores modernos, seculares —por ejemplo, la tolerancia de la diversidad y el respeto por los derechos humanos— como base para reinterpretar y hacer caso omiso de las partes más despreciables de sus libros sagrados. Pero, sin embargo, exigen que respetemos la idea de la revelación, y esto nos deja constantemente expuestos a la lectura más literal de la Escritura.

La idea de que cualquier libro fue inspirado por el creador del universo es veneno — intelectual, ética y políticamente. Y no hay ningún lugar donde este veneno actualmente esté haciendo más daño que en las comunidades musulmanas, tanto de Oriente como de Occidente. A pesar de toda la barbarie evidente en el Antiguo Testamento, y la escatología peligrosa del Nuevo, es relativamente fácil para los judíos y los cristianos divorciar religión de la política y la ética secular. Una sola línea en Mateo —”Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”— explica en gran parte la razón por la que Occidente no es todavía rehén de la teocracia. El Corán contiene algunas líneas que podrían ser igualmente potentes —por ejemplo, “No hay coacción en la religión” (2: 256)— pero estas chispas de tolerancia son fácilmente apagadas. Transformar el islam en una fe verdaderamente benigna requerirá un milagro de reinterpretación. Y pocos reformadores intrépidos, como Maajid Nawaz, están haciendo todo lo posible por lograrlo.

Muchos creen que es imprudente discutir la relación entre islam e la intolerancia y la violencia que vemos en el mundo musulmán, por temor a que además de aumentar la percepción de que Occidente está en guerra con la fe y hacer que millones de musulmanes que de otro modo son pacíficos se unan a la causa yihadista. Admito que esta preocupación no es obviamente una locura — pero sólo pone de manifiesto la gravedad del problema subyacente. La religión produce una solidaridad perversa que tenemos que encontrar alguna manera de socavar. Provoca lealtad de grupo y hostilidad con los de fuera del grupo, incluso cuando los miembros del propio grupo se comportan como psicópatas.

Pero sigue siendo un tema tabú en la mayoría de sociedades criticar las creencias religiosas de una persona. Incluso hay ateos que tienden a observar este tabú, y a imponerlo a los demás, porque creen que la religión es necesaria para muchas personas. Después de todo, la vida es difícil — y la fe es un bálsamo. La mayoría de la gente se imagina que la filosofía de la Edad de Hierro representa la única embarcación disponible para sus esperanzas espirituales y preocupaciones existenciales. Este es un problema permanente para las fuerzas de la razón, porque las experiencias más transformadoras que tienen las personas —la felicidad, la devoción, la autotrascendencia— están ancladas actualmente a las peores partes de la cultura y a formas de pensar que solamente amplifican la superstición, el autoengaño, y el conflicto.

Entre todos los daños causados ​​por la religión en este momento de la historia, este es quizás el más sutil: Incluso cuando parece beneficiosa —inspirar a la gente a reunirse en edificios hermosos para contemplar la misteriosa existencia y sus compromisos éticos entre sí— la religión transmite el mensaje de que no hay manera intelectualmente defendible y no sectaria de hacer esto. Pero la hay. Podemos construir comunidades fuertes y disfrutar de vidas profundamente morales y espirituales, sin creer ninguna tontería divisiva sobre el origen divino de libros específicos.

Y este respecto equivocado de la revelación es el que explica por qué, en respuesta a la expresión más cruda imaginable de fanatismo religioso, el presidente Obama ha respondido con eufemismos — y misiles. Esto puede ser lo mejor que podemos esperar, dado el estado de nuestro discurso sobre la religión. Tal vez algún día hagamos “todo lo posible para proteger a nuestro pueblo y los valores intemporales que defendemos”. Pero hoy, no vamos a describir honestamente ni siquiera las motivaciones de nuestros enemigos. Y en el acto de mentirnos a nosotros mismos, seguiremos hablando bien de los mismísimos delirios que los empoderan.

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