En su última columna en El Espectador, Juan Gabriel Vásquez anunció que deja ese espacio:
Antes de comenzar a escribir esta columna, ya sabía yo que su resultado me dejaría insatisfecho.
Pero tengo que escribirla de todos modos: de alguna manera debo explicar a los lectores, cuya generosidad me ha acompañado durante siete años, las razones por las que decido dejar este espacio. Tengo la certeza de que esta columna ha sido un privilegio (y sería un ingrato si no declarara mi deuda con El Espectador); tengo la certeza, también, de que es tiempo de dejarla. Las razones, aunque para mí sean diáfanas, no resultan fáciles de explicar. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que no deba intentarlo, así sea pensando en voz alta y abusando, por última vez, de la paciencia de mis lectores.
Parece que Vásquez se dedicará de lleno a la literatura y le deseo el mejor de los éxitos (que, seguro conseguirá, en vista de que con sólo tres novelas oficiales publicadas ha recibido nueve premios y distinciones).
Aunque es su decisión, está en todo su derecho de tomarla y la respeto, debo decir que es una lástima verlo ir, pues era una de las pocas voces racionales en el panorama nacional de los columnistas de opinión. En un medio en el que abundan traficantes de miedo y conspiranoia, la voz de Vásquez era un llamado a la cordura y la civilidad, a la razón y el laicismo, que seguramente echaremos en falta.
Ojalá en El Espectador le den el espacio a alguien que pueda enriquecer las páginas de opinión, así como lo hizo Vásquez durante siete años.
(Imagen: Wikipedia)