Henry Miller, un joven británico de 19 años, vino a Colombia a drogarse con yagé, experiencia que le costó la vida:
Un turista británico de 19 años de edad apareció muerto en una carretera en zona rural del departamento de Putumayo tras participar en un rito de ayahuasca o yagé, una bebida alucinógena utilizada por pueblos indígenas.
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Miller había viajado con un amigo a la región del Putumayo y según la Policía el joven estudiante participó en una sesión de yagé liderada por un “taita” (autoridad indígena) desde el pasado 20 de abril.
De acuerdo con el testimonio en el diario británico The Daily Mail de su compañero de viaje, Christopher Dearden, Miller hizo una primera ingesta aquel día y al no notar nada repitió la experiencia el martes pasado, cuando sufrió estertores, alucinaciones y no pudo volver en sí.
Aquí ya hemos tratado el tema del yagé: es una droga alucinógena asociada a pseudociencia y mitos indígenas.
Como con el resto de drogas, su consumo debe ser permitido a los mayores de edad en uso de razón.
Sin embargo, cuando muere alguien o se le administra droga a menores de edad, o la droga se publicita como un ‘remedio’ y como ‘medicina’ -sin estudios que la avalen como tal- las autoridades tendrían que abrir investigación, encontrar a los responsables e iniciarles un juicio. Todos somos iguales -tenemos los mismos derechos y oportunidades- y tener una superstición, una ‘cultura’, una tribu o un color de tez no son excusas para evitar ser sancionados con todo el peso de la ley, aunque le duela a los glorificadores de la droga tanto en El Tiempo como en El Espectador.