Leyendo Contra todos los dioses de A.C. Grayling me encontré con esta reflexión sobre el sufrimiento de Jesús (pg 51):
A propósito del sufrimiento, me gustaría aprovechar para señalar que es comprensible que se rememoren todos los sufrimientos de Jesús, como la tortura y la espantosa muerte, infligidos (según cuentan los supuestos testimonios) en menos de veinticuatro horas, porque fueron efectivamente horribles, pero cada día de la semana millones de mujeres sufren más y durante más tiempo, a causa del parto. Y asimismo, las víctimas de la tortura en las cárceles de regímenes tiránicos (y, desgraciadamente, también en las cárceles de algunos democráticos) padecen mayores y más prolongados sufrimientos. Entonces, ¿por qué es especialmente significativo el sufrimiento de la figura fundacional del cristianismo? La flagelación y la posterior crucifixión era el castigo reservado especialmente a los que atentaban o se rebelaban contra el Imperio, y cientos de personas murieron de este modo: tras la revuelta de los seguidores de Espartaco, podía verse a los rebeldes crucificados a los dos lados de una de las vías de acceso a la ciudad de Roma, a lo largo de varias millas. ¿Deberíamos “adorar” a Espartaco? A fin de cuentas, ansiaba liberar a los esclavos de Roma: era una causa noble y justa, y arriesgó su vida para conseguir hacerla realidad.
Bueno, en algún punto la Iglesia necesitó justificar su sadomasoquismo y el cuentico del zombie judío les vino como anillo al dedo para darle rienda suelta al desprecio por la carne, el cuerpo y la existencia.