Creo que nos hemos vuelto una sociedad de cobardes.
Espero que eso no ofenda. De hecho, espero que sí ofenda, y mucho. Todavía recuerdo el shock del asunto Rushdie hace 25 años. La sola idea de que alguien pudiera ser asesinado por escribir un libro era surrealista y horroriífica. Ahora damos eso por sentado y si dices algo malo de la religión de la paz, recibirás amenazas de muerte y, de hecho, podrías ser asesinado, así que mantén cerrada la boca si sabes lo que te conviene.
Todo en nombre de la tolerancia y la diversidad, por supuesto. La TV y los periódicos ahora se autocensuran rutinariamente de una forma que habría sido impensable hace décadas, no porque quieran ser sensibles, como afirman, sino porque tienen miedo de la violencia musulmana. No sólo le temen, sino que incluso temen admitirlo, en caso de que ofenda a alguien.
Hubo un buen ejemplo de esto aquí en Inglaterra hace unas semanas cuando un par de musulmanes traficantes del miedo avivaron una controversia de la nada y trataron de que el candidato parlamentario Maajid Nawaz fuera deseleccionado por tuitear una caricatura de Mahoma para decir que como musulmán, él no la encontraba ofensiva. No felices con causarle problemas aquí en Inglaterra, estos dos pegotes humanos también se aseguraron de que la historia llegara a Pakistán, donde matan a la gente por esas cosas y donde el Sr. Nawaz tiene familia y negocios. Y las amenazas de muerte llegaron puntualmente, como todos sabían que lo harían.
BBC Newsnight y Channel 4 News cubrieron la historia, y ambos tomaron el lado extremista negándose a mostrar la caricatura mientras pretendían ser neutrales, traicionando así a cada musulmán laico decente en Inglaterra, de quienes el Sr. Nawaz es un gran ejemplo. Ellos ayudaron a que fuera aún menos probable que estos matones islámicos de mentes provincianas fueran retados efectivamente en su comunidad. Y seamos claros sobre por qué hicieron esto. Lo hicieron por miedo. Lo hicieron porque temían que ellos y sus familias fueran asesinados. Bienvenidos a la Inglaterra multicultural. ¿No aman la diversidad? ¿No se sienten enriquecidos?
Pero si los medios no defenderán la libertad de expresión entonces, ¿para qué están los medios exactamente? ¿Y quién la defenderá? ¿Y quién puede? Simpatizo con cualquier editor noticioso en este predicamento pero si manejas un programa nacional de noticias por TV, tienes una responsabilidad de levantarte y hacerte valer. Es más que sólo un trabajo. Eres el guardián de nuestra libertad de expresión y nuestra libertad de información. Tu trabajo es reportar la verdad con toda la información relevante, de manera precisa y sin temor. Y si no puedes hacerlo, o tienes mucho miedo de hacerlo, entonces no deberías tener el trabajo porque no estás calificado para él, y estás causándole daño real a nuestra sociedad con tu cobardía, y la importante posición que sostienes. Si tuvieras una onza de integridad te harías a un lado ahora, encontrarías un cuchitril bueno y seguro donde no puedas ser amenazado, y le entregarías ese trabajo a alguien con agallas que pueda hacerlo adecuadamente, por el bien de todos nosotros.
Pero ló que más me molesta de este patético asunto incluso después de semanas, no es tanto el oportunismo canalla (dios sabe que estamos acostumbrados), o las amenazas de muerte, o incluso el hecho de que los medios cedieron a una ley islámica anti-blasfemia, sino que hubo muy poca indignación al respecto. Nadie esperaba que ellos realmente mostraran la caricatura, y si pasara de nuevo mañana, tampoco lo esperaríamos porque sabemos que esta es una religión violenta, aunque no podemos decirlo, y sabemos que si la hubieran mostrado habría habido violencia. Y así es como las cosas son hoy en día en Inglaterra, y en el resto del llamado mundo libre. El islam sólo ha sido una característica de nuestra sociedad por un par de décadas y pico, y todo lo que pensamos y decimos de él ahora es puesto en una balanza con la posible amenaza de violencia, incluso por un sencillo dibujo. Esa es la definición de terrorismo. Esto es terrorismo cultural, y estamos cediendo a él vergonzosamente y sin pena.
Somos condescendientes con los musulmanes exigiéndoles estándares más bajos. Los tratamos como si fueran menos civilizados, y entonces tachamos de racista a cualquiera que señale esta hipocresía. Asumimos que no se puede esperar que los musulmanes se controlen si algo los molesta, y si se ponen violentos será nuestra culpa por provocarlos. Asumimos que va a haber violencia, y entonces, inteligentemente cedemos preventivamente a ella antes de que ocurra, no porque seamos liberales o progresistas, como nos gusta fingir, sino porque somos mentirosos, hipócritas y cobardes. Disfrazamos nuestra cobardía con palabras pomposas como tolerancia y respeto, y luego nos aplaudimos como focas por nuestros valores ilustrados, pero todos sabemos qué es realmente porque podemos olerlo, ya que apesta.
Somos la primera generación que nunca tuvo que defender su libertad, y se nota. No apreciamos de dónde viene o lo que cuesta. Podemos ver muy bien que un principio vitalmente importante está siendo erosionado ante nuestros ojos, y simplemente somos demasiado cobardes como para reconocer siquiera nuestra complicidad en ello. Somos como los pueblerinos de esos westerns que siempre tiemblan de miedo por el malo. Cuando ves la película no sientes simpatía por esa gente porque no la merecen. Son cobardes, y nosotros también. Nos hemos dejado imponer con matoneo una autocensura destructiva que está matando la libertad de expresión, la mismísima sangre que da vida a nuestra sociedad y nos estamos asegurando de que nuestros hijos y nietos, a los que supuestamente amamos, nazcan en un mundo significativamente menos libre que aquel en el que nacimos. ¿No se sienten orgullosos? Ellos pagarán el precio de nuestra hipocresía, deshonestidad y cobardía. Aprenderán a las malas que no hay nada más cierto que “No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”.