Están anunciando la nueva novela de Gustavo Álvarez Gardeazábal, La misa ha terminado, que no hará muy feliz a la Iglesia Católica.
El libro versa sobre la homosexualidad en la Iglesia Católica, y cuenta tres historias paralelas:
1- La de un cardenal colombiano que asciende escalones dentro de la jerarquía de la Iglesia, mediante sus relaciones homosexuales con el clero alemán, los mandamases de la iglesia durante años. 2- La de Antonio Viazza, obispo de Buenos Aires, Argentina, que persigue dentro de su jurisdicción la homosexualidad, al contrario de lo que sucede con el cardenal colombiano y 3- La de dos sacerdotes homosexuales colombianos que contratan a un sicario para que les dé muerte, ante la incapacidad de reasumir su propia existencia después de contraer el SIDA. Cuando el Arzobispo de Buenos Aires, Antonio Viazza (¿el Papa Bergoglio?) se convierte en Sumo Pontífice de la Iglesia, el supuesto cardenal colombiano se suicida.
Como abrebocas, se puede leer el capítulo 16, que contaría cómo el sacerdote gay creció con una adicción a hacer blowjobs. Este extracto tiene una exquisita cantidad de blasfemias, con una buena dosis de humor negro y ‘amor a Cristo’:
A un tipo tan devoto del sexo como Martin, su madre no había logrado inculcarle la religión. Él iba a misa con ella todos los domingos y la oía hablar en un extraño idioma cuando se santiguaba «credo in unum deo», pero ni así le causaba curiosidad. Los curas le parecían muy mirones pero nada del otro mundo como para coquetearles en plena misa. Y los monaguillos resultaban tan sardinos para sus apetencias, que prefería quedarse toda la misa contemplando sádicamente las imágenes del viacrucis y emocionándose hasta el paroxismo imaginando como le quitaban la ropa a Cristo. Él se sentía rompiéndole las vestiduras, dándole azotes y después recogiéndolo para limpiarle las heridas y hacer el amor con él. Se imaginaba en su locura sadomasoquista que Cristo debía tener un pipí circuncidado como todos los judíos y que como eran tan pinta debía tenerlo grande, blanco y rosadito. Fue tal la fogosidad que sentía mientras su madre se daba golpes de pecho y musitaba repetidas veces, «kirie, kirie eleison», que en varias ocasiones, sin tocarse, solo pensando en estar haciendo el amor con Cristo, imaginándose en las más excitantes posiciones, sentía que por la punta de su miembro viril se venían gota a gota las perlas de la felicidad.
Por supuesto, cuando su madre lo miraba para medir su piedad y devoción y lo encontraba en éxtasis, aferrado a la baranda de la banca de la iglesia, mirando el cuadro del viacrucis, con los ojos idos, como si fueran los de un idiota en trance, ella no podía pensar sino que su hijo, tan feíto, tan langarutico, no estaba muy lejos de la vida monacal y de ser un sacerdote lleno de fe. Dios la estaba oyendo y según sus deseos, su hijo, que en la vida normal no habría tenido chance de sobresalir o de ser admitido por su delgadez extrema, podría encontrar sombrilla eterna estudiando para cura.
A Martin ni se le pasaba por la mente las ventajas que tendría donde se convirtiera en ministro del culto católico. Su interés seguían siendo los hombres y su ritmo no era el de las oraciones. Su vida estaba dada por la medida en que se desesperaba buscando a quien chupársela. Pero como doña Merceditas Urrea no conocía esa parte feroz de su hijo, y seguía confiando en que con solo llevarlo a la iglesia le despertaría la vocación, siguió con su rutina lenta pero constante sin saber con cual demonio del sexo se estaba enfrentando.
Hasta el momento no he leído nada de Álvarez Gardeazábal, pero La misa ha terminado hace méritos para entrar en la lista.
La primera edición de La misa ha terminado estará disponible en las librerías a partir de mañana, jueves 20 de febrero. Déjenme saber qué les parece.