Lo único que Juan Manuel Santos había hecho bien era negarse a reconstruir la iglesia de Gramalote con dineros del estado.
Pues bien, ahora todos pagaremos la superstición de Gramalote:
El terreno que se escogió tiene 100 hectáreas, mientras que el Gramalote original tenía 30 hectáreas. “Nos dijeron que era sumamente importante conservar los sitios urbanos del municipio de Gramalote como la iglesia principal, la plaza central, el Sagrado Corazón y una serie de institutos y así lo hicimos”, aseguró Camilo Santamaría, encargado de plasmar en diseños las peticiones de la comunidad para la construcción del nuevo pueblo.
Claro, porque para qué molestarse en construir colegios, museos, bibliotecas, jardines, parques, zoológicos, acuarios o cualquier institución medianamente útil, cuando se puede fomentar la ignorancia y violar la Constitución en el proceso.
(vía William Pérez Abdala)