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El alto costo de las pequeñas mentiras

por Sam Harris


La Navidad pasada, mis amigos Mark y Jessica pasaron la mañana abriendo regalos con su hija, Rachel, que acababa de cumplir cuatro. Después de unas horas de emoción, sentimientos del letargo de las fiestas y de aburrimiento descendieron sobre la familia – hasta que Mark de repente tuvo una idea brillante de cómo podrían tener mucha más diversión.

Jessica estaba leyendo en el sofá mientras Rachel jugaba con sus nuevas muñecas en la alfombra de la sala.

“Rachel”, dijo Mark, “tengo que decirte algo muy importante… No puedes quedarte ninguno de estos juguetes. Mamá y yo hemos decidido dárselos a otros niños en tu escuela”.

Una mirada de confusión apareció en el rostro de su hija. Mark captó la mirada de Jessica. Ella reconoció sus intenciones de inmediato y ahora se esforzaba por contener su alegría. Cogió su nueva cámara de video.

“Has tenido estos juguetes suficiente tiempo, ¿no crees, cariño?”

“¡No, papá! ¡Estos son mis regalos de Navidad “.

“Ya no más. Es hora de decir adiós… “

Mark empezó a recoger sus juguetes nuevos y a ponerlos en una bolsa de basura.

“¡No, papá!”

“Sólo son juguetes, Rachel. ¡Es hora de madurar!”

“¡No mis Polly Pockets! ¡No mis Polly Pockets!”

La mirada de terror en el rostro de su hija era demasiado divertida para describirla con palabras. Mark apenas podía hablar. Escuchó a Jessica luchando por contener la risa cuando ella rodeó el sofá con la cámara para poder capturar toda la acción desde el frente. Mark sabía que si él hacía contacto visual con su esposa, estaría perdido.

“Estas Polly Pockets pertenecen a otra niña ahora… ¡Le van a encantar!”

Eso funcionó. Su hija no podría haber producido un aullido más fuerte de dolor ni aunque le hubiera destrozado la rodilla con un martillo. Afortunadamente, Jessica captó el momento en primer plano – las cálidas lágrimas de ira y el pánico de su hija casi mojan el lente.

Mark y Jessica publicaron las imágenes de la agonía de Rachel inmediatamente en YouTube, donde 24 millones de personas ya la han visto. Esto les ha ganado una pequeña medida de fama, que los hace muy felices.

Sin duda, estarán aliviados al saber que Mark Jessica, y Rachel no existen. De hecho, estoy seguro de que nadie que yo conozca trataría a su hijo de esta manera. Pero esto me deja perdido para explicar la popularidad de un truco moralmente idéntico diseñado por tres años consecutivos por Jimmy Kimmel:

Mientras ves el video de arriba y escuchas la risa de la audiencia del estudio de Kimmel, haz tu mejor esfuerzo para ver el mundo desde la perspectiva de estos infelices niños. Es cierto que esto puede ser difícil. A pesar de mis sentimientos de horror por todo el proyecto, algunos de estos niños también me hicieron reír – algunos de ellos son sencillamente tan adorablemente resilientes frente a la injusticia parental. Sin embargo, estoy convencido de que cualquier persona que goce de toda esta ternura explotada está confundida moralmente. Sí, sabemos que estos niños recibirán sus dulces de vuelta al final. Pero los propios niños no lo saben, y la traición que sienten es desgarradoramente real. Esta no es manera de tratar a los niños.

Es cierto que las lágrimas de un niño a menudo deben tomarse menos en serio que las de un adulto – porque vienen con mucha liberalidad. A juzgar por la reacción de mi en el momento de mi hija, vacunarse contra el tétanos es tan malo como tener la enfermedad. Todos los padres corrigen esta distorsión de la realidad -y deberían hacerlo- para poder criar a sus hijos sin tener que preocuparse en todo momento de estar amontonando más tormentos a los condenados. Sin embargo, me sorprende el porcentaje de personas que encuentran los videos de Kimmel moralmente exentos de problemas. Cuando expresé mi preocupación en Twitter, recibí las siguientes defensas de Kimmel y estos padres descarriados:

• La gente tiene que aprender a aceptar una broma.

• Sólo son dulces. Los niños tienen que darse cuenta que no importa.

• Los niños deben estar preparados para el mundo real, y bromas como ésta los ayudan a prepararse. Ahora saben que hay que tomar lo que dicen las figuras de autoridad con algo de escepticismo.

• No recordarán nada de esto cuando sean mayores –  por lo que no puede haber ningún daño duradero.

Estas respuestas son insensibles y locas. Un niño de cuatro años de edad no puede posiblemente saber que el dulce “no importa” – de hecho, parece que muchos adultos no pueden aprender esto. Pero él sí puede aprender que sus padres van a mentirle con el propósito de hacerlo miserable. También puede saber que van a encontrar divertidísimo su sufrimiento y que, en cualquier momento, el podría ser avergonzado por las personas más cercanas a él. Es cierto que puede no recuerde haber aprendido estas lecciones de manera explícita -a menos que vea las imágenes en YouTube, ya que supera los mil millones de vistas- pero él, sin embargo, será una persona que fue criada por padres que juegan imprudentemente con su confianza. Me sorprende que la gente piense que el riesgo que está en juego en estos videos es bajo.

Mi hija tiene casi cinco años, y puedo recordar haberle mentido sólo una vez. Estábamos buscando canciones infantiles en Internet y aterrizamos en una página que mostraba un grabado del siglo 16 de una persona que estaba siendo decapitada. Como giraba la rueda del mouse a toda prisa, ella exigió saber lo que acabábamos de ver. Dije algo tonto como “Esa era una forma antigua y muy poco práctica de cirugía”. Esto la dejó apropiadamente perpleja, y hasta el día de hoy permanece inconsciente de la inhumanidad del hombre hacia el hombre. Sin embargo, dudo que incluso esta mentira fuera necesaria. Yo no estaba pensando con claridad.

Como padres, tenemos que mantener la confianza de nuestros hijos – y la manera más fácil de perderla es mintiéndoles. Por supuesto, debemos comunicar la verdad de manera que la puedan manejar – y esto a menudo exige que suprimamos detalles que serían innecesariamente confusos o molestos. Una diferencia importante entre los niños y los adultos (normales) es que los niños no son plenamente capaces de concebir (y mucho menos velar por) sus verdaderos intereses. En consecuencia, en algunas situaciones podría ser necesario apaciguarlos o motivarlos con una mentira. En mi experiencia, sin embargo, dichas circunstancias casi nunca se producen.

Mucha gente imagina que es necesario mentirle a los niños para que se sientan bien consigo mismos. Pero esto tiene poco sentido moral o intelectual. Especialmente con los niños pequeños, el propósito de la alabanza es para animarlos a probar cosas nuevas y que disfruten de sí mismos en el proceso. No es una cuestión de evaluar su rendimiento con referencia a un estándar externo. No es difícil encontrar o sentir la verdad comunicada diciendo: “Eso es increíble”, o “Me encanta”, en respuesta a un dibujo infantil. Por supuesto, las cosas cambian cuando uno habla con un adulto que quiere saber cómo se compara su trabajo con el trabajo de otros. Aquí, al mentir, no le hacemos ningún favor a nuestros amigos.

Curiosamente, la pregunta más común que he recibido de los lectores sobre el tema del engaño ha sido alguna versión de lo siguiente:

¿Qué deberíamos decirle a nuestros hijos sobre Papá Noel? Mi hija me preguntó si Papá Noel era real, el otro día, y no pude soportar la idea de decepcionarla.

De hecho, he escuchado de varios lectores que parecían anticipar esta cuestión, y que escribieron para decirme lo perturbados que estuvieron cuando se enteraron de que sus padres le habían mentido cada Navidad. También he oído de lectores cuyos padres dijeron la verdad sobre Papá Noel simplemente porque no querían que el inevitable desmoronamiento del mito de Navidad arrojara ninguna duda sobre la divinidad de Jesucristo. Supongo que algunas ironías son más difíciles de detectar que otras.

No recuerdo si alguna vez creí en Papá Noel, pero nunca me sentí tentado de decirle a mi hija que era real. La Navidad debe ser marginalmente más emocionante para los niños que son engañados sobre Papá Noel – pero algo similar podría decirse de muchos fenómenos sobre los que nadie se siente tentado a mentir. ¿Por qué no insisten en que los dragones, las sirenas, las hadas, y Superman realmente existen? ¿Por qué no presentar la obra de Tolkien y Rowling como historia?

La auténtica verdad -que todo el mundo sabe 364 días del año-  es que la ficción puede ser a la vez significativa y divertida. Los niños tienen vidas de fantasía tan ricas y combustibles que amañarlos con mentiras es como poner una hélice en un cohete. Y ¿está realmente agradecido el último niño en la clase que todavía cree en Papá Noel, de su primera lección en epistemología impuesta por sus compañeros de seis años de edad? Si engañas a tus niños sobre Papá Noel, puedes darles una experiencia más emocionante de Navidad. Lo que probablemente no les darás, sin embargo, es la sensación de que no podrías mentirles sobre cualquier otra cosa.

Vivimos en una cultura en la que se suele pasar por alto el efecto corrosivo de la mentira, y donde personas continúan confundidas por la diferencia entre engaños verdaderamente inofensivos -como la licencia poética que tomé en el comienzo de este artículo- y mentiras aparentemente pequeñas que dañan la confianza. He escrito un pequeño libro sobre esto. Su objetivo es transmitir, en menos de una hora, una de las lecciones éticas más importantes que he aprendido: Si quieres mejorarte a ti mismo y la gente que te rodea, sólo necesitas dejar de mentir.

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