Si el grupo activista Greenpeace con base en Europa estuviera luchando simplemente contra los políticos filipinos, habría sido fácil para ellos. Pero ellos están en guerra con los científicos filipinos. Y ahí es donde radica su problema de credibilidad.
Greenpeace ha hecho un nombre en Filipinas, como resultado de su implacable campaña contra los esfuerzos de los científicos filipinos para desarrollar nuevas variedades de plantas – especialmente a través del proceso conocido como biotecnología. Se ha posicionado así como el principal crítico de la comunidad científica local, encabezada por equipos de investigación de la Universidad de Filipinas-Los Baños (UPLB).
Greenpeace ha elevado su perfil local aún más últimamente siguiendo esfuerzos para descarrilar los ensayos de una gran variedad de berenjenas llamadas Bt Talong.
Greenpeace es, quizás, el grupo activista mejor financiado en todo el mundo. Con el dinero que les llega de ricos mecenas europeos, se jacta de ser propietario de una flota de barcos. Sus operadores de tiempo completo en varios países se informa que están bien remunerados. Según la mayoría de las indicaciones, Filipinas es su primer objetivo en este momento.
El punto de vista es que Greenpeace teme que el éxito de las investigaciones científicas sobre la biotecnología agrícola en Filipinas sería un gran revés para el grupo activista. Probablemente, lo último que quiere es que nuestro país sirva como escaparate de Asia para el éxito de la investigación científica agrícola para hacer frente a los problemas de seguridad alimentaria y el hambre.
Los efectos de tal éxito podrían extenderse a otros países que están tratando desesperadamente de resolver sus propios problemas de suficiencia alimentaria. Eso sería una gran derrota para los intereses que financian las operaciones de Greenpeace en todo el mundo.
Habría sido más fácil para Greenpeace frustrar los esfuerzos de Filipinas en la búsqueda de nuevas fuentes de alimentos si sólo estuvieran contra los políticos. Ellos no tendrían ningún problema enfrentando su credibilidad frente a éstos, tanto más cuando los políticos locales ahora son asediados por este sucio alboroto. En la guerra de las palabras, los políticos podrían no ser rival para los activistas.
Y cuando se trata de la elaboración de eslóganes inflamatorios, Greenpeace parece ser el primero de su clase. Por ejemplo, muchos quedaron maravillados con cómo los activistas de Greenpeace que enfrentan cargos de comportamiento malicioso ante un tribunal local describen su acción.
Según ellos, el presunto acto de asaltar y destruir una granja experimental, propiedad del gobierno en 2011 fue una “acción de descontaminación”.
Si el acto hubiera sido cometido por simples mortales, habría sido simplemente etiquetado de “vandalismo”.
La “acción de descontaminación”, o el acto de asaltar la propiedad estatal y destruir los cultivos plantados en la misma, probablemente sea parte de lo que Greenpeace llama su estrategia de “confrontación creativa”.
Greenpeace es realmente bueno para jugar con las palabras. También parece ser bueno para jugar con nuestras aspiraciones a la seguridad alimentaria y la autosuficiencia.
Pero, ¿puede enfrentar a su credibilidad con la de los científicos filipinos?
Nuestros científicos-investigadores de UPLB están a la vanguardia de la búsqueda de variedades de plantas alternativas que puedan producir más sin dañar el medio ambiente. Como se mencionó antes, un expresidente de la Universidad del Estado y canciller del campus en UPLB dirige este esfuerzo. El Dr. Emil Javier es el hombre cuya credibilidad Greenpeace pretende criticar con su destreza al jugar con las palabras.
Mientras que Greenpeace parece estar creando “pánico”, nuestros científicos están ocupados tratando de establecer la “lógica”. Así es el funcionamiento de la ciencia. Se enfrenta a un problema o asunto, plantea teoremas, los pone a prueba con el uso de métodos científicos y respalda sus conclusiones con datos empíricos.
Empíricos significa que pueden verse con los ojos humanos.
Esa es la razón de que existan granjas de ensayo plantadas con variedades de plantas experimentales. Los científicos quieren ver por sí mismos si las nuevas variedades pueden producir más al tiempo que garantizan la seguridad de la salud humana y del medio ambiente.
Esas también son las granjas destruidas por activistas de Greenpeace mediante “acciones de descontaminación“.
Nuestros científicos quieren evidencia científica y empírica para demostrar qué es verdad. Greenpeace quiere decirnos cuál es la verdad. Por desgracia, entre más activistas de Greenpeace abren la boca, más se cuestiona el público lo que están diciendo.
Por ejemplo, en una de sus estrategias de relaciones públicas, los activistas de Greenpeace dijeron a algunos medios de comunicación que no hay ninguna base científica para decir que los alimentos biotecnológicos son seguros.
El problema de Greenpeace es que nuestra propia Food and Drugs Administration (FDA) ha dicho que estas variedades de alimentos y plantas son tan seguras como sus contrapartes convencionales, si no es que son más seguras. La FDA ha explicado que estas variedades de alimentos y plantas pasan por años de pruebas antes de que puedan estar disponibles a nivel local.
Así que ahora, ¿a quién le creemos? ¿a los activistas o a los científicos?
¿Qué pasa con las numerosas organizaciones internacionales de científicos que han respaldado la seguridad de los productos de la biotecnología agrícola? ¿Puede credibilidad de Greenpeace desafiar la de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación?
Greenpeace es bueno en fabricar consignas que asustan a las personas. Debería atenerse a lo que mejor sabe hacer. Debería dejar la tarea de abordar el problema del hambre de este país a nuestros científicos.