Cortesía de Mauricio-José Schwarz:
Ondas electromagnéticas son todas. La diferencia entre ellas es que las que tienen una energía o frecuencia inferior a las de la luz visible (radio, móviles, wifi, radar, televisión, etc.) no pueden ionizar un átomo (arrancarle un electrón) por falta de energía, y no pueden causar directamente cáncer. Por encima de la luz visible (ultravioleta, rayos X, rayos gamma) las ondas electromagnéticas tienen energía suficiente para ionizar los átomos que tocan, y por tanto pueden ser carcinógenas (simplifico).
Cualquier exposición a radiaciones ionizantes puede conllevar un aumento en el riesgo de algunos cánceres. Pero todo el tiempo estamos sometidos a radiaciones ionizantes: del radón depositado en el suelo, rayos cósmicos, materiales radiactivos libres, alimentos, etc. Esto se conoce como la radiación de fondo, y se calcula en un promedio de 3 milisieverts (mS) al año a nivel mundial, pero de modo frecuente es de hasta 10 mS.
Según la FDA de los Estados Unidos, una radiografía del pecho te administra 0,02 mS, un TAC de la cabeza hasta 2 mS y uno de pecho hasta 10 mS. El problema es que por debajo de los 100 mS de radiación absorbida los riesgos son demasiado bajos como para poderse determinar con exactitud. (Obviamente, un técnico de radiología está expuesto a docenas de rayos X al día, por eso se van a otra habitación dejándote en una habitación forrada en plomo donde te hacen tu radiografía o tu TAC o escáner de otro tipo.
Así que a las bajas dosis que implican algunas radiografías o estudios de tomografía o resonancia magnética en una vida normal, el riesgo existe, pero es poco y lo supera con mucho, pero con mucho, el beneficio que traen esos estudios para la vida de los pacientes. Incluso los análisis médicos que demandan varios procedimientos de imágenes son de bajísimo riesgo (y si los necesitas, la verdad es que tu preocupación debe ser otra: la causa de que los necesites).