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Por un lenguaje aún más incluyente

El ‘lenguaje incluyente’ es violencia de género, ¿por qué detenernos ahí? Sigamos:

Y yo me pregunto: ¿por qué los defensores acérrimos de la violencia de género no propugnan con el mismo énfasis la violencia de número?

Porque igual que el masculino engloba al femenino, el plural engloba al singular, pero si las luces de alguien no le alcanzan para entender que no hace falta preguntar “¿tienes hijos o hijas?” para cubrir todas las posibilidades sobre el sexo, tampoco debería entender cómo es posible preguntar en plural cuando tal vez el interrogado sólo tenga un vástago. La pregunta “correcta” debería ser: “¿Tienes un hijo o una hija o algunos hijos o algunas hijas?

Teniendo en cuenta estas sesudas consideraciones, el profesor que se dirige a los alumnos (o alumnas) interesados (o interesadas) en revisar sus exámenes estaría cometiendo una injusticia en el supuesto de que sólo hubiera un interesado (o interesada), pues una mujer cuya incultura le lleve a sentirse despreciada si la incluyen en un sintagma masculino también debería ofenderse si, siendo una, la incluyen en un plural (es una despersonalización intolerable). El profesor purista deberá decir:

El alumno, o la alumna o los alumnos o las alumnas interesado o interesada o interesados o interesadas en ver su examen o sus exámenes deberá o deberán anotarse en una lista a tal efecto.

Habrá que desterrar expresiones insufribles como llamar “un par de pantalones” a lo que es una única prenda de vestir, o hablar de “las aguas del Caribe“, puesto que todo ordenador sabe que el agua no se puede contar, y, en suma, que singular significa uno y plural más de uno, sin término medio.

Y si propugnamos la violencia de género junto a la violencia de número, ¿por qué detenernos ahí y no perpetrar también la violencia de tiempo? Al fin y al cabo, todo necio sabe que el accidente gramatical “pasado” se aplica a lo sucedido antes de hoy, el “presente” a lo que pasa ahora y el “futuro” a lo que aún no ha pasado. Y frases como “me casaba el mes que viene, pero he cambiado de idea” son sólo viles tretas de las personas normales para colgar el software de Microsoft, porque ningún extraterrestre usaría un verbo en pasado con un complemento futuro como “el mes que viene“.

¿No es discriminatorio y excluyente hablar en presente a unos estudiantes que tal vez no hayan decidido aún si quieren ver su examen? ¿Es que los indecisos no tienen los mismos derechos que los más resueltos? Un profesor educado no puede menos que tener esto en cuenta y negarse por principio a que un tiempo verbal incluya a otro, y en consecuencia debe (y debía, y deberá) redactar así:

El alumno o la alumna o los alumnos o las alumnas que haya estado, esté o vaya a estar o hayan estado o estén o vayan a estar interesado o interesada o interesados o interesadas en ver su examen o sus exámenes debe o deberá o deben o deberán anotarse en una lista a tal efecto.

Y en este proceso de convertir el castellano en una lengua exótica, es difícil no acariciar la idea de convertirse en adalid de la violencia de modo, o de persona, o incluso de aspecto, pero escribir ejemplos de frases respetuosas con tales principios supondría diseñar una jerigonza que superaría las habilidades de las personas normales, acostumbradas a hablar lenguas naturales, y sería preciso cambiar algunas neuronas por circuitos electrónicos con software de Microsoft.

Terminaré con una reflexión: es frecuente oír a profesores universitarios que se quejan de que los alumnos escriben con faltas de ortografía. No seré yo quien disculpe las faltas de ortografía, que ciertamente son algo deplorable, pero en comparación, ¿quién tiene una carencia mayor, quien no sabe hacer algo que hasta un programa de Microsoft puede hacer (respetar la ortografía) o quien no sabe hacer algo que requiere inteligencia para hacerse bien (hablar y redactar con propiedad)? Yo he visto a alumnos escribir hayar o escojer, pero nunca les he visto atentar contra el género (ni el número, etc.). Las faltas de ortografía son mera dejadez; la violencia de género, en cambio, es una deficiencia lingüística mucho más profunda que incapacita para comprender textos fundamentales como éste:

Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Lo peor es que esta ridiculez causa estragos reales y es una cagada con la población invidente.

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