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Semillas para no guardar

Hay quienes se oponen a los transgénicos por la condición de no guardar las semillas para la siguiente cosecha.

Mauricio-José Schwarz los pone en su sitio:

Todas, todas las empresas que producen semillas tienen derechos de propiedad intelectual. Prácticamente todos los híbridos que se cultivan comercialmente en todo el mundo están protegidos por esos derechos. ¿Por qué? Por lo mismo que un libro o una película o un invento: da a sus creadores la oportunidad de obtener utilidades sobre su inversión en tiempo y dinero para conseguir ese producto, otorgándoles el monopolio de la explotación comercial de su trabajo durante un tiempo determinado. 70-90 años después de la muerte del autor en el caso de la música, por ejemplo. 20 años desde la invención de un medicamento en el caso de los productos farmacéuticos (esto suele dejar sólo 10 años a los creadores para recuperar su inversión y ganar dinero).

Así que no sólo Monsanto, sino todas las empresas, venden sus semillas, transgénicas o no, con un contrato que te impide copiarlas ilegalmente. Si las copiaras así libremente, a la larga dejaría de ser interesante para las empresas desarrollar nuevas variedades y se dedicarían a otras actividades que sí les dejen dinero. Esto que suena brutal en las empresas es lo que hacemos nosotros mismos: si te roban todas tus fotos y no puedes vivir de ellas como fotógrafo y no tienes protección de la ley, te vas a dedicar a otra cosa, obviamente.

Así que tú, campesino, tienes dos opciones: compras semilla de calidad que te ofrecen mayor rendimiento (más productividad, menos gasto en pesticidas, abono, agua) firmando el contrato y aceptando las condiciones de la compra, o compras semilla “libre” de menor rendimiento. Nadie te “obliga” a nada, simplemente son las condiciones de la venta. Pero si tienes que comprar semillas patentadas, pues vas a buscar las que te den una mayor productividad. La idea de que los campesinos “guardan su semilla” para el siguiente ciclo agrícola es parte de la fantasía bucólica de los ecologuays occidentales que no han recogido una cosecha en su vida.

Lo que los horroriza es que los campesinos del tercer mundo, enfrentados a esa disyuntiva, suelen elegir la semilla patentada, firman el contrato y aumentan sus ingresos, lo que a los ecoführers les parece una traición a la madre Tierra o tonterías aún peores. Y luego disfrazan a esos agricultores como víctimas para hacer peticiones en change.org y Avaaz, que es lo más cerca que han estado de un saco de abono orgánico.

Y es precisamente por ello que todos los pocosesos que se dedican a combatir a “Monsanto” por lo que representa (o creen que representa), harían mejor en luchar por otros objetivos mucho más importantes si realmente les interesara la alimentación, el bienestar de los agricultores y la seguridad alimentaria, entre ellos: a) presionar políticamente para multiplicar la inversión pública y universitaria en biotecnología creando nuevas variedades con dinero público, b) estar atentos al final de las patentes de las variedades de cultivos más importantes para poder asesorar a los agricultores sobre qué semillas libres pueden plantar en un momento dado, c) promover legislaciones que hagan que las grandes empresas biotecnológicas dediquen parte de sus beneficios a ofrecer semilla a precios muy reducidos a países o grupos en situación precaria (aunque claro, siempre tendrás activistas “antimonsanto” dispuestos a quemar esas semillas porque son el diablo; ya lo hicieron en Haití después del terremoto, hay que ser hijoputa; 4 millones de dólares en semillas de maíz, col, zanahoria, berenjena, melón, cebolla, tomate, espinaca y sandía), d) estudiar y promover el estudio de la biotecnología en lugar de hacer propaganda falsa y manipuladora sobre cosas que no saben cómo funcionan.

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