Todo el mundo está pendiente de lo que pasa en Uruguay con la posible ‘legalización’ de la marihuana. ¿Yo? Yo estoy aterrado de que casi nadie está prestando atención al proceso.
Para empezar, y más importante: ¿por qué sólo la marihuana? Cualquiera que sea el principio con el que opere la posible ‘legalización’, seguro que se extiende todas las demás drogas. Ya sea que, finalmente, haya un gobierno que entienda que cada quién es dueño de su cuerpo (que no es el caso), o que el narcotráfico vive de la prohibición, esta es una deducción aplicable a todos los demás agentes que alteran el estado de la conciencia.
Entonces viene la Organización de Naciones Unidas, a decir que la legalización de la marihuana vulneraría una norma internacional:
La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) dijo en un comunicado que de aprobarse definitivamente dicha ley -aún debe recibir el visto bueno del Senado-, estaría en “completa contravención” con las disposiciones de los tratados internacionales sobre drogas, de los que Uruguay es parte.
Va siendo hora de que Uruguay y todos los demás países abandonen esos tratados. Un tratado internacional que dictamina lo que las personas podemos hacer y no hacer con nuestros cuerpos, ciertamente son atentados contra nuestras libertades.
Por si esto no fuera un obstáculo grande por sí solo, el presidente uruguayo José Mujica ya le imprimió una moralina desagradable al tema cuando aseguró que “Uruguay no sería un paraíso de la marihuana“, como si fuera parte de sus funciones decidir qué preferencias son aceptables para sus ciudadanos y cuáles resultan condenables.
Y si alguien ve que se está apareciendo un Estado-niñera colectivista, es porque está prestando atención, ya que todo parece apuntar a ello. El proyecto de ‘legalización’ pretende someter todo el proceso de compra-venta al Estado; y mientras esto ocurre con la marihuana, ahora el gobierno uruguayo pretende acabar con los happy hours, porque, bueno, ya saben, papi Mujica es la persona indicada para decirle a las personas cuánto licor pueden consumir.
En lo que a mí respecta, esta no es ninguna legalización. Un tipo como Mujica, que pretende controlar lo que sus ciudadanos hacen, no está muy lejos de Bush. Las drogas -todas ellas- deben legalizarse y poder ser vendidas y distribuidas por establecimientos que cumplan con condiciones de salubridad y producción aceptables. ¡Eso es legalizar! Lo demás es pantomima.