En su afán de canonizar gente, el Vaticano ha puesto en la fila de canonización express a Juan Pablo II.
La canonización requiere de dos ‘milagros’ y los de Juan Pablo II no superan el escrutinio más básico.
El primero, fue la supuesta curación del párkinson de la monja Marie Simon-Pierre. Las condiciones que la Iglesia se impone a sí misma para ‘certificar’ un milagro, es que este sea instantáneo, completo y duradero.
No se puede saber si la curación de Simon-Pierre es duradera hasta que ella muera sin recaer. De hecho, en marzo del 2010, el prestigioso periódico polaco Rzeczpospolita sacó a la luz que Marie Simon-Pierre tuvo una recaída (!). Del reportaje también se infiere que en vez de párkinson, Simon-Pierre sufría de otra enfermedad, que sí era curable (!!) y cuyos síntomas son similares a los del párkinson.
¿Cómo respondió El Vaticano?
En respuesta al informe, el director emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, sugirió que lo que pudo haber sucedido es que un médico, a quien la Congregación le pidió en una fase preliminar que asesorara si vale la pena enviar el caso a la junta médica más completa, designada por el Vaticano, puede haber expresado algunas dudas.
“Podría ser que uno de los dos médicos consultores tal vez tenía algunas dudas“, dijo a la prensa la semana pasada.
…
Dicho esto, reconoció que las dudas requerirían más investigación. En tales casos, dijo, la Congregación le pediría a más médicos que vengan y den una opinión.
En pocas palabras, le seguirán preguntando a más y más médicos que sean de su entera confianza y elegidos por ellos mismos, hasta que consigan el resultado deseado. Es una bonita forma de confirmar los sesgos propios.
El segundo ‘milagro’ de Juan Pablo II fue la curación del aneurisma de una costarricense de identidad desconocida:
La mujer, una vecina de La Unión de Cartago, ingresó al Hospital Calderón Guardia en abril de 2011 con una dolencia en su cabeza y tras una serie de diagnósticos, el Laboratorio de Hemodinamia determinó que tenía un aneurisma.
Sin embargo, tal como confirmó ayer a La Nación el médico que atendió a esa paciente, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, el aneurisma desapareció en exámenes posteriores, sin que exista una explicación científica.
De hecho, este tipo de remisión sí tiene explicación científica – es lo que se conoce como trombosis espontánea, de la cuál hay conocimiento desde mediados de los 80 – es imposible que Alejandro Vargas Román no supiera explicar científicamente la remisión del aneurisma.
Y esos son los dos ‘milagros’ de Juan Pablo II.
Una vez más, asistimos a la entronización de un personaje moralmente cuestionable, con base en mentiras, fábulas y tergiversaciones, que le huyen a las explicaciones de la realidad basadas en la evidencia y el conocimiento humano acumulado, muy probablemente como un truco de relaciones públicas.
Pues vaya con la pretendida superioridad moral católica.