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Sorpresas de Demócrito

Mientras trabaja en su libro sobre la historia del pensamiento moral, The Quest for a Moral Compass, que estará listo a principios del 2014, Kenan Malik ha tenido que dejar por fuera varios pasajes que no obstante resultan interesantes.

Hace poco publicó uno sobre Demócrito de Abdera, Tucídides y Protágoras en el que aprendí que este último fue el padre del relativismo (¡puajj!) y me sorprendí con varios detalles del pensamiento de Demócrito, por ejemplo, su conservatismo (algo que, curiosamente, compartía con Platón):

Platón lo encontró tan desagradable que se negó a hablar de su filosofía y, algunos dicen, que incluso quiso quemar todas sus obras. Los primeros cristianos lo despreciaban por su supuesta inmoralidad. En verdad, Demócrito poseía ideas muy convencionales sobre la moralidad, dando una gran importancia a la prudencia, la justicia y la satisfacción con lo que le corresponde a cada quién. Para que un individuo alcanzara la felicidad, Demócrito creía, debía moderar sus pasiones, equilibrar sus deseos y no anhelar lo efímero o inalcanzable. Tanto el individuo, como la sociedad. La civilización era, para Demócrito, un vaso frágil fácilmente roto por la desmesura y el desorden. Él exhortó a la pena de muerte para aquellos que amenazaban la estabilidad de la ciudad.

Lo que resulta aún más sorprendente y fascinante, es que a pesar de esto, Demócrito era un naturalista y negaba la existencia del libre albedrío o propuestas similares:

Para Demócrito, las explicaciones del mundo que invocaban un propósito no tenían sentido. Las verdaderas explicaciones se referían sólo a los movimientos de los átomos, que no tenían metas ni propósitos, pero se movían simplemente debido a sus propiedades intrínsecas y las fuerzas externas ejercidas sobre ellos. Para los atomistas no hay tal cosa como la justicia cósmica. Pero ¿qué hay de la justicia humana? Los seres humanos y sus mentes eran parte de la naturaleza; estos también se componían de átomos que se regían por las mismas leyes que el resto de los átomos. La mente, según Demócrito, es una colección de átomos esféricos en algún lugar del cuerpo y el pensamiento consiste en el movimiento de estos átomos-mentales a medida que interactúan entre sí y con otros átomos. Aunque a menudo decimos que actuamos porque hemos decidido hacerlo, estamos en un error de la misma forma que se equivocan nuestros “sentidos bastardos ‘sobre la naturaleza física del universo. Los actos humanos no se rigen por el propósito y la voluntad, sino por los movimientos e interacciones de átomos sin propósito.

Ya sé, ya sé. Técnicamente, Demócrito no podía negar el libre albedrío, pues esta noción fue inventada por los padres de la Iglesia, siglos después, para responder al problema del mal (que, dicho sea de paso, no queda resuelto).

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