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La vergüenza de la OMS

La OMS pretende decirnos a los ciudadanos cómo debemos comportarnos y lo hace de una manera épicamente inútil:

¿Hay una manera más efectiva de enviarle un mensaje de advertencia a un fumador que a través de la cajetilla de cigarrillos? Según la Organización Mundial de la Salud esta es, por lo menos, la más directa. Lo que no está tan claro, y sigue siendo el mayor desafío, es el tipo de mensajes que deben enviarse para que los efectos sean reales.

En primer lugar, la OMS no tiene por qué pretender que las personas prefieran el estilo de vida que ellos les han elegido, en vez del que las propias personas quieran.

En segundo lugar, les hace falta un periodista que les explique que la comunicación no funciona así. La comunicación no tiene efectos, ni impactos. La comunicación tiene mensajes, y estos son recibidos de manera crítica por las audiencias.

Por más que le duela a la Organización Mundial de la Salud, sin importar qué mensaje diseñen -y cuánto despilfarren en este-, ¡no van manipular a las personas para que dejen de comprar cigarrillos! Es imposible – los medios no manipulan a las personas, no pueden.

Y pensar que la Organización Mundial de la Salud no tiene ni pajolera idea de cómo funciona el cerebro…

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