Al acto de posesión de Nicolás Maduro como nuevo dictador presidente de Venezuela, se coló Yendri Sánchez, que le arrebató el micrófono a Maduro y gritó “¡Nicolás, me llamo…“, momento en que se cortó la transmisión.
Sánchez fue arrestado y -vaya que es veloz la ‘justicia’- condenado por “ofensa agravada al jefe de gobierno“. Esto genera algunos interrogantes.
Si el problema es de la seguridad (que claramente falla), ¿por qué castigar a quien señala esas fallas y no a los responsables de la seguridad?
¿Es un delito “ofender al jefe de gobierno” de Venezuela? ¿No es, acaso, una de las garantías de la libertad de expresión, aquella de poder criticar libremente a los gobernantes del propio país? ¿Por qué debería estar cualquier hombre -rey, dictador, presidente, plomero, sacerdote, contador- por encima de la crítica?
¿No resulta completamente subjetivo un delito de ‘ofender’ a alguien, cuando cada quien se puede sentir ofendido por distintas cosas?