Yo no lo haré.
En primer lugar, no lo haré porque no me van la indignación gratuita ni el activismo gilipollas.
En segundo lugar, no apagaré mi televisor porque sé cómo funciona la televisión. A pesar de que la radio, Internet y la prensa se midan por la totalidad del público que conforma la audiencia, la televisión funciona de forma diferente (por lo menos aquí, en Colombia). Aquí funciona eso que se llama rating.
¿Y cómo se mide el rating?
Actualmente, la práctica totalidad de mediciones de rating del país se hacen por medio del sistema IBOPE.
¿Y qué es IBOPE?
IBOPE o Instituto Brasileiro de Opinião Pública e Estatística es una multinacional brasileña que desde 1988 ofrece estadísticas de audiencia de televisión en tiempo real. ¿Y cómo funciona?
En cada ciudad donde se mide la audiencia, IBOPE elige un grupo de casas al azar para representar a la población. Con la autorización de los miembros de la familia, cada televisor es equipado con un dispositivo llamado audímetro, que identifica y registra los canales que están siendo vistos.
El dispositivo envía, por sistema de telefonía celular, la información de todos los cambios realizados por el espectador de canales a una central de recolección de los índices que los procesa, los analiza y los distribuye a los clientes.
Así es – en Colombia el rating se mide de acuerdo a lo que ven unas familias representativas de la población en general. En dado caso que estas familias decidieran todas un día apagar sus televisores, de nada serviría que el resto de la población siguiera viendo sus novelas; la lectura que habría sería un cambio drástico en el rating.
De igual forma, que yo apague o no mi televisor no va a afectar en absolutamente en nada a los canales, como tampoco los va a afectar el hecho de que los apaguen millones de colombianos que no tienen audímetros instalados en sus pantallas.
Libertad de expresión y libertad de empresa
En el debate se encuentran, por un lado, los autodenominados representantes de las audiencias, que afirman que los medios manipulan a las personas, desconociendo al tiempo que tenemos cerebros capacitados para la recepción crítica de mensajes. Junto a su completo analfabetismo en cuanto a teorías de la comunicación, también destaca el constante llamado a la censura y la disparatada idea de que la televisión debería ser algo más que un medio para el entretenimiento, con propuestas que abarcan incluso la educación de los niños y el inculcarles valores. Mientras lo suyo se quede en las protestas de este tipo, y cesen los llamados a que el gobierno y sus dependencias prohíban la grabación o transmisión de contenidos que afectan sus sensibilidades, me parece que la libertad de expresión está siendo garantizada.
Por su parte, en la otra esquina se encuentran los dueños de la producción; el canal RCN aseguró que la serie seguiría, identificándose así como adalides de la libertad de expresión y de la libertad de empresa. Lo de la libertad de empresa se lo creo, pero no tanto así lo de la libertad de expresión. Si en RCN se preocuparan realmente por la libertad de expresión, no usarían su libertad de empresa para obstaculizar y boicotear todos los intentos porque haya un tercer y cuarto canales.
Tienen toda la libertad de expresión y de empresa para dejar al aire una producción que deje pérdidas (vía el poco confiable IBOPE). Y así como he defendido su libertad de expresión (y a contar la historia del país como consideren), también exijo mejores contenidos, de calidad, que es algo con lo que jamás me he encontrado (y mientras sigan teniendo de rehén la licitación para más canales, no me hago ilusiones de que la cosa vaya a cambiar en el mediano plazo).
Y creo que esa es la tercera razón por la que no apagaré mi televisión el nueve de abril – porque nunca sintonizo canales colombianos.
¿Y los niños?
Por supuesto, ¡los niños! Se me olvidó mencionar que ellos también tienen cerebros, que están igualmente capacitados para la recepción crítica de mensajes.
Entonces, me preguntarán, ¿qué hay con el video de la ‘influencia de las narconovelas en los niños‘?
Empecemos con lo que aseguran los propios productores del corto:
Son los niños de los barrios en donde los combos y bandas delincuenciales son un poder indiscutible: intimidan, combaten, se ocultan, escapan, “protegen”, seducen, quitan o dan, en fin, son los “duros”. Siendo los protagonistas (héroes quizás?) de semejantes acciones, aventuras o emociones, no es raro que generen admiración en algunos niños.
Obviamente a la mayoría les encanta estas novelas, pero en este contexto nos preguntamos: ¿Cómo las ven? ¿Qué es lo que disfrutan? ¿A quiénes admiran? ¿Cuál mensaje les queda? ¿Cómo las interpretan? ¿Cómo las incorporan en su vida? ¿Cómo les construye y refuerza ciertos imaginarios y conductas?
Para acercarnos a unas posibles respuestas les presentamos un corto testimonio en video de algunos encuentros que tuvimos con unos grupos diversos de niños y niñas en la comuna 8 y 13 de Medellín.
En su propia declaración establecen que se trata de algunos niños y que estas son algunas posibles respuestas; no hay nada contundente.
Por otra parte, no hay un estudio revisado por pares y publicado en una revista de amplia trayectoria que establezca ninguna relación de causalidad entre los contenidos de las series y lo que viven estos niños en la vida real. La correlación podría ser a la inversa – a las personas les gusta sentirse identificadas en la pantalla, o ¿cómo explican el éxito de Pedro, el escamoso? Dudo mucho que fuera porque alguien que no viviera en esa realidad, de repente tuviera un objetivo aspiracional de convertirse en todo un ‘escamoso’.
No está de más notar que a los responsables del corto les parece “obvio” que el contenido de las narconovelas les guste a los niños. Y eso, ¿por qué tan “obvio”?
Ya en cuanto a las preferencias morales y éticas de los pequeños, ¿qué estudio científico, revisado por pares, y publicado en una revista de amplia trayectoria ha demostrado plausiblemente que los contenidos televisivos forman valores o antivalores, según los contenidos?
Por otra parte, unos cuantos niños de dos comunas de Medellín no son una muestra representativa ni de los niños de esas comunas, ni de todo Medellín, ni mucho menos de los de toda Colombia. Así que no resulta muy sabio alarmarse ni llamar a la censura con base en el video, que sólo sirve de abrebocas para impulsar una investigación más rigurosa y amplia.