Desde que se publicó el Manual de Ateología colombiano, siempre he estado bajo la impresión de que el ateísmo colombiano es muy precario, que los mismos ‘intelectuales’ no tienen la más remota idea de cómo defender sus posturas, sino que ceden en terrenos muy importantes.
Eso se vuelve a poner de manifiesto en un artículo de Kien & Ke sobre Colombianos, famosos y ‘ateos’, en el que la mayoría de protagonistas se alejan de la etiqueta como si fuera la peste.
El artículo abre con Héctor Abad Faciolince, quien por esta vez consiguió evitar hacer la deshonesta comparación entre ateísmo militante y estalinismo. (¿Milagro?)
Sigue Florence Thomas, que, básicamente dice que es una atea cristiana:
No creo en dios, pero yo creo en un hombre llamado Jesús de Nazaret que trató de construir una religión de amor por medio de sus discípulos (que además eran muchos más de doce), que a mí me gusta mucho a través de los evangelios.
…
No puedo creer en una religión que odia a las mujeres. No puedo creer en un dios que dejó huérfanas a todas las mujeres. No puedo creer en un dios vengador, en una religión tan patriarcal. Evidentemente, sabiendo cuál es mi profesión, mi práctica en la vida, que soy feminista, yo no puedo compartir esa religión que odia a las mujeres. Creo que hay muchas maneras de darle sentido a la vida. Algunos lo hacen agradeciéndole a dios cada cinco minutos. Me gusta el espiritualismo, creo que es muy fuerte. Creo que hay misterios en la vida que en fondo uno no puede entender.
O sea que un dios amoroso y no machista no supondría problema para Thomas, cuya comprensión de lectura queda en tela de juicio, si cree que la figura de Jesús de Nazareth es algún tipo de modelo a seguir – nada más lejos de la realidad; además del hecho de que Jesús no existió más allá de lo que existe Ronald McDonald.
Luego llega Daniel Samper Ospina, quien ya empieza a huír del ateísmo:
Es imposible saber si Dios existe o no, no lo descarto. Mientras tanto encuentro consuelo en la poesía (ojalá el barroco español o latinoamericana del siglo XX) y el Santa Fe. De niño no dudaba, pero leer te vuelve escéptico. Ahora dudo, eso no significa que no crea.
Empecemos porque este es un agnosticismo timorato, nada de ateísmo.
Lamentablemente, esto también clasifica como ateísmo cristiano, o sea, no creer en dios -o dudar de él-, pero sin desmarcarse ni combatir la herencia cultural de la superstición, como es la necesidad de consuelo.
¿Y consolarse de qué? ¿De que es uno de los columnistas mejor pagos y más leídos del país y que, además, dirige una de las revistas más vendidas del mismo, además de ser considerado un líder de la opinión pública para artículos como este, mientras pertenece a una de las familias más poderosas del país? Ohh, sí, todo un valle de lágrimas una vida como esa.
Después llega Margarita Rosa de Francisco, que ya ni siquiera coquetea con el agnosticismo, lo suyo es superstición pura y dura:
El credo nuestro es tan arrogante que cree que puede decir: creo en Dios. Como si dios fuera una cosa o una persona parecida a nosotros en la cual se pudiera creer. El solo hecho de nosotros estar existiendo recurre a un principio que es ajeno a nosotros, a nuestra escogencia. Y ese principio es el que yo califico como Dios. No es alguien a quien yo le tenga que pedir un favor, o que me ayude en algo. Yo lo que pido y rezo es por tener esa conciencia y acceder a ese primer principio en la primera conciencia.
…
Yo creo que luego, a medida que fui leyendo y yendo mucho a psicoanálisis se me fue desbaratando completamente el concepto mágico de Dios.
Eso es deísmo -una postura infinitamente mejor que la creencia de un dios personal, aunque igual de ignorante- que cree en una energía o “principio”, que además de apelar a la ignorancia, resulta físicamente imposible.
Como para hacerlo peor, resulta que De Francisco no pudo encontrar motivos legítimos y lógicos para llegar a su dizque descreencia, sino que lo hizo por medio de la charlatanería pseudocientífica del psicoanálisis.
Alejandra Borrero, también actriz, no es atea:
Yo creo en un ser superior que está adentro mío y siempre está presente. Creo en un Dios con mayúscula, pero no creo en el Dios católico o de ninguna otra religión
Algo similar pasa con el estilista Humberto Quevedo:
Sé que hay un dios pero no el de las religiones. Yo creo en el mío propio y también se llama Humberto. Desde niño, desde siempre me ha producido repulsión el tema. Mis papás, que ya se murieron, eran bastante ateos hacia las payasadas de echarse la bendición pero no mucho más.
Pues vaya, que se les da fatal el ateísmo, que es no creer en ningún dios, ni con mayúscula, ni propio, ni nada.
La segunda página del artículo, es estrenada por Catalina Ruiz-Navarro, quien no es atea -sino agnóstica- y al menos muestra algo de lucidez en cuanto al tema:
No es que yo no crea en dios, yo finalmente me decidí por ser agnóstica, que quiere decir, etimológicamente, que no hay conocimiento.
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Ser agnóstico es un poco vivir en la duda teológica, sin respuestas. Me inclino a pensar que un dios como el católico no existe, pues, creo que no puede ser bueno, omnisapiente y todopoderoso a la vez. Porque hay mal en el mundo y eso sí es un hecho comprobable con mis sentidos. Y entonces, si hay mal y dios es omnisapiente y bueno, ¿por qué no lo detiene? ¿No es todo poderoso? ¿Si es todopoderoso y omnisapiente, no detiene el mal porque no es bueno? O si es bueno y todo poderoso, ¿es que no sabe que el mal existe?
Es una lástima que a pesar de ser agnóstica y que reconoce lo implausible del dios católico, Catalina defiende el catolicismo.
Y como si un poquito de sensatez hubiera sido algo tóxico, vuelven las respuestas ridículas otra vez al artículo, como la que dio Fernando Solórzano:
Para comenzar tengo que aclarar que soy una persona bastante religiosa. Siempre he estado buscando en diferentes disciplinas respuestas a ese tipo de preguntas esenciales como “qué significa la vida”, “qué significa todo esto que me rodea”, “quién soy yo en verdad”.
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Siempre he pensado que la idea de dios nos la enseñaron mal. Todo por culpa de los judíos y su antiguo testamento. Allí encuentras un dios-papá todo regañón que castiga cada vez que los hombres hacen algo mal o todo caritativo cuando los hombres hacen las cosas bien.
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Me gusta más como lo llamaban los indios Sioux: El gran espíritu. Se acerca más a la idea que tengo de dios. Es más, con todo esto de los extraterrestres sería maravilloso, cuando por fin se dejen ver, preguntarle a un ser de otro planeta lo mismo: ¿Usted cree en Dios? Por último tengo que agregar que a pesar de todo lo erróneo que ha hecho la iglesia católica, la Biblia es un libro sagrado donde se encuentran cantidad de mensajes profundos sobre la vida y el ser humano.
Por lo visto, tampoco es ateo. ¿Qué diantres se necesita para que se empiece a desvincular el ateísmo de cualquier sandez no-cristiana?
Solórzano se opone a los incentivos positivos y yo no puedo dejar de preguntarme si tendrá alguna sugerencia.
Por si fuera poco, el toque de antisemitismo realmente hace que destaque en una publicación inundada de razones no-razonadas. Eso, y por supuesto lo de los extraterrestres (¿de dónde salió eso?).
Y es que para rematar, no consigo entender cuál de los mensajes de la Biblia es el que le gusta a Solórzano: ¿el de homofobia, el de hipocresía, el de maltrato infantil, el del absolutismo, el de violar mujeres impunemente o el método de seducción de regalar prepucios rebanados?
Después llega la respuesta de César Augusto Londoño, un típico ateo cristiano:
Eso sí admiro y envidio a las personas de fe, a los que guían sus vidas por un ser superior porque siempre tendrán un norte, un tema resuelto y una esperanza ante la desgracia de la razón y seguramente podrán morir tranquilos, pues el que muere engañado muere feliz.
Admito que vomité un poquito cuando leí que este tipo reivindica el meme autoderrotista de que la ética es patrimonio de la religión. ¿Qué carajos le pasa?
Una persona no es más ética o menos ética porque crea en Pinocho, los unicornios o dios, sino por cómo se comporta frente a los demás seres humanos, sus valores. Además, la mejor forma de convivir y hacernos agradable la vida con los demás es tomando decisiones y actitudes racionales – es una obligación para con los demás.
Que Lonoño carezca de esperanza y la razón le resulte una desgracia no lo hace muy distinto del católico; en últimas ambos desprecian el conocimiento y viven amargados. En el caso del católico, al menos tiene la superstición para fantasear con otra vida después de la vida, pero no comprendo la excusa de Londoño: ¿va a dejar de disfrutar esta vida, porque no existe otra después de la muerte?
Por último, viene la respuesta de Adolfo Zableh, que es de las menos malas, pero que se queda en que él “no siente a dios”, que es un argumento bastante endeble. ¿Cuántas personas no empiezan a sentir aquello de lo que no hay pruebas y creer que el Universo gira alrededor suyo porque tuvieron una experiencia cercana a la muerte?
Desde la Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá hemos venido luchando contra los estereotipos de los ateos: que carecemos de ética, que no tenemos propósitos en la vida, que adoramos dictadores comunistas, que lo hacemos por rebeldes, etc. De hecho, uno no puede dejar de preguntarse de dónde salen todas las preguntas estúpidas que la gente hace cuando se enteran de nuestro activismo.
Suficiente tenemos con el papel que ha desempeñado la religión para difundir todos estos mitos oscuros sobre el ateísmo, algo que ha jugado en contra de que las personas abracen la razón y se refugien en términos como el agnosticismo (discúlpenme, no conozco el primer agnóstico de los unicornios rosados).
Pero resulta mucho más grave que los que de alguna forma son representantes del ateísmo, en vez de ayudar, entorpezcan nuestra labor, perpetuando muchas de esas falsas impresiones, representando a los ateos como personas con argumentos endebles, personalistas y, en últimas, irracionales, que ceden ante el avance de las pseudociencias y teorías conspiranóicas.
No todos somos así. Es más – cada vez somos más ateos los racionales, que entendemos que el activismo es ateísmo por la ausencia de evidencia y que es militante por la defensa de la libertad y la igualdad.
En cambio, no es difícil imaginar que después de leer el artículo en Kien & Ke, muchos confundan el ateísmo con una religión a la inversa. Estos dizque “ateos famosos” no nos están haciendo ningún favor.
Y no es que no los haya ateos colombianos famosos dignos del adjetivo. Sin esforzarme mucho, consigo pensar en tres, rápidamente: el escritor Juan Gabriel Vásquez, el abogado y columnista José Fernando Flórez y el columnista de El Espectador que firma como Klaus Ziegler.
Para no dejar un mal sabor y que me acusen de que no puedo distinguir matices y cosas positivas, hay algo que resaltar del artículo – es una alivio que no meta al impresentable Fernando Vallejo y que no mencione al dichoso Carlos Gaviria, con su endeble agnosticismo.