En el 2000, la investigadora Jensine Andresen publicó el paper Meditation Meets Behavioral Medicine, en el que revisó más de 500 artículos y libros sobre meditación publicados a lo largo del último medio siglo.
John Horgan, blogger de Scientific American, recoge sus hallazgos:
Como era de esperarse, dijo, los intentos de medir los efectos neurológicos de la meditación con monitores de ondas cerebrales, tomografías por emisión de positrones y otras técnicas han arrojado resultados muy dispares. La meditación ha sido “pinchada y pullada por una variedad de aparatos tecnológicos, con resultados no concluyentes“, comenta Andresen. Por cada informe de una mayor actividad en la corteza frontal o disminución de actividad en la amígdala, hay un hallazgo contradictorio.
Las investigaciones sobre los beneficios terapéuticos de la meditación han sido igualmente no concluyentes. La meditación se ha relacionado con una increíble variedad de beneficios, incluyendo el alivio del estrés, de la ansiedad, de la presión sanguínea alta, del abuso de sustancias, la hostilidad, el dolor, la depresión, el asma, el síndrome premenstrual, la infertilidad, el insomnio, el abuso de sustancias y los efectos secundarios de la quimioterapia. Sin embargo, muchos de estos estudios han sido mal diseñados, comentó Andresen, llevados a cabo con controles inadecuados o sin ningún control en absoluto.
Andresen señaló que la meditación se ha relacionado con efectos secundarios adversos también, incluyendo la sugestionabilidad, neurosis, depresión, impulsos suicidas, insomnio, pesadillas, ansiedad, psicosis y disforia. En una referencia implícita al contexto sectario en el que a menudo se enseña la meditación, Andresen agregó que los meditadores pueden volverse vulnerables a la “manipulación y el control por los demás”, incluidos los “profesores sin escrúpulos o delirantes.
Un panorama similar surge del informe del Centro Nacional para la Medicina Complementaria y Alternativa del 2007 revisado por pares, “Prácticas de meditación para la salud: estado de la investigación“. El informe analizó 813 estudios de meditación y concluyó que la mayoría eran de “mala calidad”.
El informe indicó: “Muchas incertidumbres rodean la práctica de la meditación. La investigación científica sobre las prácticas de meditación no parece tener una perspectiva teórica común y se caracteriza por una calidad metodológica deficiente. Conclusiones firmes sobre los efectos de las prácticas de meditación en la salud no pueden ser alcanzadas basadas en la evidencia disponible“.
Pues eso – no hay evidencia de que la meditación tenga un efecto positivo sobre la salud; algo que muchas personas parecen dar por sentado, incluso servidores públicos con menores de edad a su cargo y otros ingenuos. Es un filón que ha sido aprovechado por vendedores de budismo y estafadores similares, tipo Nueva Era.