Los hijos de inmigrantes que llegaron a Canadá rechazan el culturalismo y abrazan la diversidad, tal como explica Doug Sanders:
Esta distinción es hecha audazmente por el erudito británico Kenan Malik, quien es parte de una ola de figuras británicas y europeas en la centro-izquierda “étnica” (él es de ascendencia hindú-musulmana), que se opone abiertamente al multiculturalismo.
En su conferencia Milton K. Wong en Vancouver el año pasado, él identificó las dos principales maneras en que entendemos la palabra multiculturalismo. La primera es lo que él llama “la experiencia vivida de la diversidad”. Así es como me gusta el multiculturalismo – el tipo de Eritrea cruzando mi calle que hace un buen café, la taza de sopa de hueso de cerdo por la calle en el barrio coreano.
La segunda él la llama “multiculturalismo como un proceso político, cuyo objetivo es la gestión de la diversidad”. Para los inmigrantes, y especialmente sus hijos, esta es la cara del multiculturalismo – no es una experiencia, sino algo que se les hace.
Es, en palabras del Sr. Malik, “un conjunto de políticas, cuya finalidad es gestionar e institucionalizar la diversidad poniendo a las personas en cajas étnicas y culturales, definiendo las necesidades y los derechos individuales en virtud de las cajas en las que las personas son ubicadas, y el uso de esas cajas para dar forma a las políticas públicas”. Las políticas han creado “comunidades”, unidas por asociaciones y por lo general líderes autoproclamados, a menudo a través del templo o la mezquita.
Sólo parece diverso desde el exterior. Al interior de esas “comunidades”, se parece más a lo que el economista Amartya Sen llama “monoculturalismo plural” – una diversidad de islas aisladas.
¿Cómo respondería si yo fuera objeto de tales políticas? Imagínense la creación de una política blanca anglosajona protestante (WASP), con celebraciones organizadas por el Consejo WASP de Canadá – cuyos dirigentes eran por lo general hombres mayores de la Iglesia de Inglaterra – y todo lo que leyera sobre mí fuera escrito a través de la lente de estos consejos y sus portavoces. Sí, suena como Toronto en 1950. También estoy seguro de que me rebelaría contra ello.
Este es el cambio post-inmigrante: Para la primera generación, el multiculturalismo fue una forma de sentirse parte del todo nacional, para la segunda, a menudo se siente como una barrera para la inclusión. Para esta nueva Canadá, cómoda e incluyente, necesitamos un nuevo vocabulario: más “multi”, menos “culturalismo”.
Y se demoraron quince años en darse cuenta de lo que Mansoor Hekmat decía tan claramente: hacer políticas para las personas y definir sus derechos según su color de piel y cultura es racismo.
Supongo que más vale tarde que nunca.