Esta es la traducción de un artículo de Louise Fresco publicado en la revista Science.
En septiembre del 2012, Europa se vio sorprendida por una publicación de la Universidad de Caen, en Francia, alegando que las ratas alimentadas durante 2 años con transgénicos resistentes a los herbicidas de maíz sufrieron tumores. A pesar de que los resultados han sido criticados por defectuosos, esta investigación sigue siendo aclamada como una confirmación de que los organismos genéticamente modificados (OGM) son intrínsecamente peligrosos.
La Unión Europea (UE) difiere de la mayor parte del mundo en su fuerte oposición al uso de la modificación genética en la agricultura. Esta posición ha empeorado en los últimos 15 años. Los ensayos de campo de las nuevas variedades transgénicas han disminuido desde finales de los 90. Casi toda la superficie de cultivo comercial de 100.000 hectáreas de la UE consta de maíz Bt, modificado para expresar una toxina de Bacillus thuringiensis que es tóxica para las plagas de insectos; ningún otro cultivo transgénico está permitido, además de una papa con un alto contenido de almidón. El maíz se cultiva sobre todo en España, el único país europeo en el top 20 de países que cosechan cultivos transgénicos de todo el mundo. Una vez que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha producido un “dictamen final” positivo sobre la conveniencia de un nuevo cultivo transgénico, la autorización final debe proceder de la Comisión Europea (CE) y los Estados Miembros que votan la aprobación. Más de una docena de cultivos transgénicos están atrapados en algún lugar de este gasoducto, estancados desde hace años, algunos ya sea debido a la falta de apoyo de la mayoría de los Estados miembros o por un fallo de la CE al someter el asunto a votación. Los intentos de romper el punto muerto han incluido la búsqueda de un acuerdo que permitiría a un Estado miembro individual bloquear el cultivo de un determinado cultivo transgénico en su territorio, sobre la base de problemas de seguridad, al tiempo que se le permitiría a otras naciones de la UE tomar una decisión acerca del cultivo. Desafortunadamente, dichos esfuerzos para facilitar la aceptación de la modificación genética han fracasado.
Respetadas instituciones independientes en Europa han aportado pruebas de que los cultivos transgénicos pueden contribuir a una producción sostenible de alimentos, especialmente cuando se cultivan para ser resistentes a insectos y enfermedades, y que no tienen riesgos más allá de los de las variedades convencionales. En el 2011, la CE declaró que el procedimiento de autorización está dominado por ideas preconcebidas que impiden una justa revisión de los procedimientos para evaluar, aprobar y controlar los transgénicos. Sin embargo, como reacción al defectuoso estudio de Caen, la CE ha optado por la más demoras, en busca de más investigación sobre los efectos a largo plazo de los alimentos GM. Sin embargo, 39 cultivos transgénicos están permitidos en la UE como alimento humano o animal, con muchas nuevas solicitudes esperadas. Los europeos y sus animales ya están consumiendo alimentos transgénicos a escala sustancial.
La falta de confianza de Europa en los transgénicos refleja una desconfianza general de la ciencia. Actitudes similares prevalecen sobre el gas de esquisto y la energía nuclear. La ironía es que las generaciones que más se han beneficiado de los avances científicos son ahora los más sospechosos de la ciencia. Los europeos tienden a idealizar el pasado premoderno, sin darse cuenta de la escasez de alimentos y el sufrimiento asociado con bajos rendimientos de los cultivos. Esta desconfianza europea de la ciencia afecta las inversiones en investigación y puede tener efectos nocivos en otros lugares. En África, los donantes europeos y las organizaciones no gubernamentales (ONGs) retrasan innecesariamente la introducción de plantas genéticamente modificadas resistentes a las enfermedades, como la yuca necesaria para contrarrestar la creciente hambruna causada por el virus del rayado pardo.
Un cambio en las actitudes de los europeos no surgirá rápidamente. Sin embargo, las negociaciones de este año para la renovación de la Política Agrícola Común de la UE para el período 2014-2020 pueden brindar una oportunidad, si la revisión de los subsidios se combina con el apoyo a las innovaciones, incluidos los transgénicos que promuevan la agricultura sostenible. Sólo la valentía política, como la que demostró el año pasado la petición del gobierno británico de que la UE haga más fácil cultivar transgénicos, puede romper el estancamiento ideológico entre las organizaciones no gubernamentales, los productores, los consumidores y los científicos.
(vía GMO Pundit)