A pesar de lo que a algunas personas les gustaría, los seres humanos somos muy distintos a los otros animales. Además de la agencia moral, existen otros motivos para rechazar la idea del “especismo” y la igualdad de derechos con los animales, como explica Mauricio-José Schwarz:
¿La separación de especies se hace únicamente por el aspecto físico? Mentira. Además del aspecto hay multitud de elementos que nos permiten diferenciar a un cangrejo de río de una jirafa. Es el tipo de cosa que puede decir un filósofo si se cuida mucho de aprender biología básica.
Entendemos que la división de razas es artificial, pero también es un fenómeno moderno. No existe como concepto antes del Renacimiento. Entendemos que se puede demostrar biológica y científicamente que las diferencias entre personas de distintas etnias son totalmente artificiales porque todas demuestran, si se les da la oportunidad, capacidades similares en lo físico, en lo intelectual y en lo emocional. Me remitiría al monólogo de Shylock en “El mercader de Venecia“. Somos genéticamente iguales con las variaciones naturales de muchas poblaciones geográficamente muy dispersas.
Todo eso es inaplicable a la idea de “especismo” de Ryder (que no era biólogo, claro, era activista animalista) por muy hippies que nos pongamos.
El concepto de “derechos” como graciosa concesión de un grupo a otro es también altamente cuestionable. Los constructos filosóficos, artísticos o éticos los crea el ser humano y por tanto son aplicables al ser humano pero no son extensibles a lo no humano. Muy distinto sería esto si, digamos, permitiéramos a los leones o los perros participar en los cuerpos legislativos y establecer su punto de vista respecto de los derechos y obligaciones de todas las especies. Pero no se puede. Y no por el “aspecto físico” de las hormigas y las tortugas marinas, claro. Y como los animales no pueden hablar por sí mismos (porque no son humanos, duh), pues aparecen seres humanos que se arrogan la representación de los animales sin preguntarles, claro. Y hablan en su nombre, y nos dicen qué quieren, qué les duele, qué piensan, qué opinan y qué sueños tienen los animales. Unos telépatas asombrosos, vaya.
Por supuesto, nunca han dado pruebas ni de que los animales digan, piensen y sientan lo que ellos dicen, ni han dado pruebas de su capacidad telepática. No es nada como para normar la actividad legislativa, diría yo.
Obviamente, algo comentaba yo hace poco, el concepto de especie de Linneo y el actual son distintos porque las divisiones entre especies no son tan tajantes, pero esto no quiere decir que todas sean iguales. Hay un continuo entre especies, y eso lo sabemos, los chimpancés están más cerca de nosotros que las mariposas monarca, pero se requiere una enorme incapacidad de apreciación de la realidad para decir que un chimpancé es igual a una mariposa monarca y los dividimos “prejuiciadamente” sólo por su aspecto.
Las relaciones entre seres vivos son un entramado complejo, sin duda, y el uso de unos seres por otros no tiene como origen el prejuicio, la malevolencia o la crueldad, como pretende este extraño concepto.
Dicho esto, preferiría que los activistas de estas ideas mágicas se ocuparan en desarrollar procedimientos de cultivo de tejidos para tener filetes para todos sin matar vacas, si tanto les molesta que se sacrifiquen para nuestro beneficio, pero esto no lo hacen, son grupos esencialmente prohibicionistas que antes que tratar de decirnos qué hacer quieren encabezar la policía que nos diga qué no hacer. Esto los deslegitima bastante.
Y sí, cuando podamos tener langosta con filete sin matar langostas ni filetes, puede ser una buena idea porque muchas personas se sentirán mejor (aunque puede que creemos un desastre ecológico, también, no lo sé). Que podamos hacer investigación científica sin animales también sería buena idea, no por lo que sientan o no los animales, sino por lo que sienten los investigadores, que no son los monstruos que pintan los antiviviseccionistas, joder, que son gente que trabaja por la felicidad de los seres humanos. Pero mientras todo eso pasa, no podemos asumir las prohibiciones de los telépatas que se han inventado un concepto que suena bien para promover sus creencias místicas, religiosas o sobrenaturales.
Prafraseando a Penn & Teller, yo sí prefiero a mi especie que a las otras, por más que las pueda querer respetar. Si en un incendio tienes la opción de salvar a un niño o a una ardilla y tienes una duda ética sobre a cuál salvar porque para ti ambos son iguales, no me pareces la persona ideal para decirme cómo hacer las leyes de todos. Yo no dudaría, salvaría al niño. Y si para salvar a un niño, un solo niño tengo que matar a todos los pandas que quedan con mis propias manos, lo haría, sin pensarlo.
Puedo sentir empatía con los pandas, pero sin duda alguna siento más empatía con los niños. Si no fuera así, si históricamente y evolutivamente no fuéramos así, no estaríamos aquí. Ni mereceríamos estarlo. Somos un animal altruista y solidario, y tenemos la enorme capacidad de extender nuestro altruismo y solidaridad más allá de nuestra especie, a formas de vida que son radicalmente distintas a nosotros, y eso habla muy bien de nuestra especie, es motivo de orgullo. Como somos el único animal que valora el daño que hace al medio ambiente y trata de evitarlo y repararlo. Y para todo eso no necesitamos telépatas amargados profesionales que se sientan los defensores del planeta o de todos los seres vivos salvo del ser humano.