En el proceso de un diagnóstico correcto del conflicto armado colombiano, ya vimos cuáles no son las causas del mismo.
Utilizando la estadística y la teoría económica, Paul Collier y sus colegas consiguieron determinar cuáles sí son las causas del conflicto, las causas objetivas, cuantificables, tras analizar 47 guerras civiles entre 1965 y 1999, encontrando las tendencias en común y permitiéndoles predecir con bastante precisión dónde y cuándo habrá guerras civiles:
El factor de riesgo más poderoso consiste en que aquellos países cuyos ingresos (PIB) provienen de manera considerable de la exportación de bienes primarios tienen un riesgo de conflicto radicalmente mayor. El nivel más peligroso de dependencia de los bienes primarios es de un 26% del PIB. En este nivel, un país ordinario en lo demás corre un riesgo de conflicto del 23%. En comparación, si careciera de exportaciones de bienes primarios (siendo igual en los otros respectos), el riesgo caería a tan sólo el 0,5%. Así pues, si carece de exportaciones primarias, un país ordinario se encuentra bastante a salvo de conflictos internos, mientras que si estas exportaciones son considerables, la sociedad es altamente peligrosa. Los bienes primarios son entonces parte principal de la historia del conflicto. ¿Qué más tiene importancia?
Tanto la geografía como la historia cuentan. La geografía importa, pues si la población se encuentra muy esparcida por el territorio, al gobierno le resulta más difícil controlarla, lo que no ocurriría si todo el mundo viviera en la misma área reducida. La geografía de la República Democrática del Congo (el antiguo Zaire) hace que a las fuerzas del gobierno les resulte extraordinariamente difícil controlarla, puesto que la población vive hacia la periferia de una inmensa área, con las tres ciudades principales situadas en los extremos occidental, sudoriental y norte del país. Si se compara, Singapur sería una pesadilla para una rebelión. En esta ciudadEstado no hay dónde ocultarse y las fuerzas del gobierno pueden llegar a cualquier sitio del país en el espacio de una hora. Con una dispersión geográfica similar a la del Congo, nuestro país ordinario en lo demás corre un riesgo de conflicto de alrededor del 50%; mientras que con una concentración tipo Singapur el riesgo baja hasta el orden del 3%.
La historia importa, ya que si un país ha vivido una guerra civil recientemente, el riesgo de otras guerras es mucho más alto. Inmediatamente después del cese de hostilidades hay una probabilidad de ulteriores conflictos del 40%. El riesgo cae luego alrededor de un punto porcentual por cada año de paz. No obstante, la importancia de la historia depende del tamaño de la diáspora. Por ejemplo, hay países con diásporas muy grandes hacia los Estados Unidos en relación con la población no emigrante, en tanto que otros no las tienen. Supongamos que nuestro país ordinario en lo demás ha terminado una guerra civil hace cinco años y ahora desea saber qué probabilidades hay de que haya paz en los siguientes cinco años. Si el país tiene una diáspora extraordinariamente grande en los Estados Unidos, sus probabilidades de conflicto son del 36%. Si tiene una diáspora extraordinariamente pequeña, sus posibilidades de conflicto son apenas del 6%. Así, las diásporas parecen hacer mucho más peligrosa la vida para los que se quedan en el sitio en situaciones postconflicto.
Las oportunidades económicas también importan. Los conflictos se concentran en países con poca educación. El país promedio de nuestra muestra contaba con apenas un 45% de sus varones jóvenes cursando educación secundaria. Un país con diez puntos porcentuales más de sus jóvenes en el colegio —digamos que un 55% en lugar de un 45%— recorta el riesgo de conflicto del 14% hasta alrededor del 10%. El conflicto es más probable en los países de acelerado crecimiento demográfico: por cada punto porcentual en la tasa de crecimiento demográfico se eleva el riesgo de conflicto en unos 2,5 puntos porcentuales. El conflicto también es más probable en países en decadencia económica. Por cada punto porcentual que se resta a la tasa de crecimiento de la renta per cápita, el riesgo de conflicto se eleva alrededor de un punto porcentual.
La composición étnica y religiosa del país tiene importancia. Si hay un grupo étnico dominante que abarque entre el 45% y el 90% de la población (suficiente para darle el control, pero no lo bastante para que carezca de sentido ejercer una discriminación contra la minoría), el riesgo de conflicto se duplica. Por ejemplo, vemos que en Sri Lanka los tamiles son una minoría de alrededor de un 12% de la población, y en Ruanda los tutsis componen entre el 10 y el 15% de la población. Desde luego, en Sri Lanka los tamiles son una minoría débil, mientras que en Ruanda los tutsis son una minoría fuerte que controla el gobierno. Sin embargo, es claro que en Ruanda la minoría tutsi no se atreve a entregar el poder por miedo a verse sujeta a una dominación étnica. Si bien el predomino étnico es un problema, la diversidad étnica y religiosa no hace más peligrosa a una sociedad. De hecho, la hace más segura. Un país étnica y religiosamente homogéneo es sorprendentemente peligroso: el riesgo es del 23%. En comparación, en nuestro estudio encontramos que un país con una diversidad étnica y religiosa en su máxima magnitud corre un riesgo de sólo un 3%. En ausencia del caso bastante raro del predominio, la diversidad hace mucho más seguras a las sociedades.
Reducir estos factores es algo a lo que cualquier Gobierno debería apuntarle, si en realidad estuviera interesado en evitarse un conflicto interno o una guerra civil en el futuro… en cambio, el Gobierno colombiano pacta la impunidad con los terroristas.