La película The Cove y el stand up Before Turning The Gun on Himself de Doug Stanhope consiguieron que llegara a cuestionarme sobre los acuarios, los zoológicos y el maltrato animal.
Antes de llegar a una determinación, me parece que la reflexión de Mauricio-José Schwarz arroja más luces y ayuda a :
Los estudiosos del comportamiento animal, los etólogos, nos advierten una y otra vez sobre los peligros de la antropomorfización, compleja palabra que significa “darle forma humana” a algo, en este caso a los animales. Es el complejo Walt Disney: “mi canario está triste”, “a mi burro le divierten las mariposas”, “mi gato está ofendido”.
Así como hablamos de que no podemos estar seguros de que nuestra experiencia subjetiva individual sea igual a la de otros humanos, mucho menos podemos estarlo cuando tratamos con otros seres vivos, y atribuirles nuestra subjetividad puede ser un error costoso. Por ejemplo, mirar fijamente a un chimpancé puede disparar en él reacciones agresivas, porque para muchísimos animales la mirada fija es un desafío. Y más de un inocente ha extendido una mano hacia un chimpancé que parecía feliz por estarle sonriendo cuando en realidad la “sonrisa” del chimpancé es un aviso de agresión que antecede inmediatamente al mordisco. O tratan de aliviar el “dolor de parto” de las vacas, que no muestran ningún signo de dolor porque en la evolución reciente sus cuerpos no se han visto modificados como el del ser humano, cuyo canal de parto se ha convertido en un espacio desafiante y difícil que provoca dolor y todavía mata a 590.000 mujeres al año. Para la vaca o en general cualquier mamífero placentario, es un asunto sencillo y limpio.
Pero los militantes siempre usan la metáfora humana, la antropomorfización: “Si a ti te encerraran en una piscina sin poder recorrer los mares, ¿qué sentirías?” La respuesta razonable es “Frío y ganas de salirme, no de recorrer los mares. Soy un puto mamífero terrestre, un hominino no un cetáceo, idiota”. O “¿Qué sentirías si te hicieran correr con un tipo encima de ti dándote con una fusta?” ¿Pues que me caigo, lógicamente, y que se va a comer la fusta porque es muy idiota si no se da cuenta de la diferencia de espesor e inervación que hay entre la piel de mis nalgas y la de la grupa de un puto caballo”.
Entonces siempre tenemos el problema de que quien dice “las orcas sufren una vejación” está actuando como telépata transespecífico. Tenemos que creerle que las orcas tienen el concepto de vejación, y que además interpretan su situación como una vejación y han conseguido comunicárselo al animalista en cuestión. Todo demasiado dudoso.
Lo mismo pasa al hablar del “sufrimiento” de estas especies. Concediendo que puedan sufrir, ¿su sufrimiento es como el nuestro? No lo sabemos. En algunas especies podemos interpretar (a veces erróneamente, pero en general no parece del todo absurdo) que sufren porque realizan comportamientos similares a los nuestros cuando sufrimos, por ejemplo lamentos o intento de apartarse del estímulo aversivo. No parece tonto decir “a mi perro no le gusta tal alimento” si no lo come o lo aparta en su plato, o decir “al león de duele la pata” porque cojea y se la lame. No sabemos si sufren igual, pero una idea nos damos cuando hay dolor o aversión. Así, por ejemplo, gran parte de los lineamientos éticos que se han desarrollado para la investigación en animales (y que no siguen, qué curioso, los pseudoecologistas como Séralini) se han desarrollado para disminuir al máximo lo que nosotros percibimos como sufrimiento.
Esto no pasa con las orcas. No tenemos comportamientos compartidos que podamos interpretar, es todo telepatía. Cuando la “bondad” humana ha logrado hacer realidad la bonita fantasía de “Liberen a Willy” (como lo hicieron con la orca que interpretó a Willy, Keiko, que estaba en Reino Aventura) el resultado ha sido atroz. Keiko no se quería alejar de las personas, es decir, hallaba aversivo ese mundo natural idealizado por la Save Willy Foundation que finalmente la abandonó y buscaba la cercanía de los malvados seres humanos en la bahía de Noruega donde finalmente murió a una edad relativamente joven para una orca.
En tu pregunta sólo falta decir que la gente va a los parques acuáticos a disfrutar malévola y sádicamente del sufrimiento de los animales (argumento por lo demás frecuente, también en los circos, carreras de caballos, etc.), cosa que claramente es falsa.
Así que cambiaría yo la pregunta por “¿Debe prevalecer el empleo de muchos seres humanos, el disfrute de muchos más al poder acercarse a una serie de especies que no vería nunca en la naturaleza, el conocimiento que se obtiene sobre el comportamiento y adaptabilidad de estas especies sobre las creencias de unas personas que no saben biología y no saben etología pero están íntimamente convencidos de que tienen una misión de salvar al resto del mundo del horrible ser humano?”
Finalmente, siempre me parece muy curioso que se defienda a ciertos animales en función de su “factor auuh”, es decir, los que te hacen decir “auuh, qué chulo”. Se defiende poco a los cerdos aunque son de los seres más inteligentes, lo mismo se puede decir de los pulpos. Tienen mucho menos puntuación en la escala auuh que un panda o un panda rojo o un delfín que parece que esta sonriéndote (al menos una especie). Ya eso de entrada me parece que revela una profunda ignorancia o una delirante hipocresía. O se lucha por tener un mundo donde se ayude a mantener la dinámica de los ecosistemas (no que se les inmortalice en bronce, todo ecosistema es dinámico y cambiante) y se encuentren puntos de equilibrio entre las necesidades humanas y las de su entorno o actúa uno como talabosques irracional y cazador de bisontes en ferrocarril, a lo idiota. Pero la idea de “voy a defender a este animalito bonito porque auuh pero no a aquél otro feo porque agh” pues no me parece una base sólida sobre la cual construir una política de manejo de los recursos.
Y siempre recuerda que el único ser que se da cuenta del daño que puede hacerle a su entorno y que está haciendo algo por minimizarlo y cambiar las cosas es el ser humano. Eso debe dar algunos puntos, ¿no?