British Airways fue condenada por discriminación religiosa porque su política de uniformes no permitía el porte de símbolos religiosos y, por tal motivo, habían despedido a una azafata (a pesar de que su superstición recibió el mismo trato que las demás: no se podía portar ningún símbolo religioso, de ninguna religión).
Algo para no pasar por alto es que otros tres cristianos perdieron sus casos con demandas similares:
En el de una enfermera, Shirley Chaplin, de 57 años, el tribunal dijo que el hospital tenía razón al pedirle que se quitara la cruz por razones de salud y seguridad.
Las otras dos personas que perdieron su batalla legal son Gary McFarlane, consejero matrimonial que fue despedido por decir que podía oponerse a ofrecer terapia sexual a parejas homosexuales, y Lillian Ladele, del consejo municipal de Islington, que fue amonestada por negarse a celebrar matrimonios entre personas del mismo sexo.
Creo que es justo decir que los cristianos tienen esa marca distintiva que es el delirio de persecución religiosa: cada vez que no les permiten romper una norma en nombre de sus creencias, salen a llorar, diciendo que los han “perseguido” o que los han “discriminado”.