En mis años de estudiante no pude soportar nunca las columnas de William Ospina. Aún a día de hoy, se me antoja como alguien que defiende el terrorismo y es un abanderado del posmodernismo, como el que más. Es una lástima que el legado de Estanislao Zuleta sea William Ospina.
Ahora, Ospina ha aprovechado su columna para defender los regímenes castrista y chavista, elogiando a Fidel Castro y Gabriel García Márquez:
Los gobiernos de Estados Unidos, que compraron la Florida y se robaron a México, que se apoderaron de Puerto Rico y separaron a Panamá, se habrían anexionado con gusto la hermosa isla de Cuba si ésta no hubiera sido siempre tan irreductible en su rebeldía y tan firme en su resistencia.
Ohh, claro. Pobres ciudadanos de Miami que escapan en balsas hacia La Habana, algo que su gobierno les tiene prohibido. Ohh, wait…!
La mejor manera de admirar, de respetar y honrar a los Estados Unidos, es temerles, y no llamarse a engaños sobre ellos. Para ellos somos otro mundo: materias primas, selva elemental, inmigrantes, gobiernos que se sometan y firmen sin demasiadas condiciones los contratos. Y aquí nadie los ama tanto como los que se benefician de esos contratos.
¿En serio, esto es lo mejor que tiene Colombia para ofrecer? ¿Un tipo que odia a todo un país y ni siquiera puede hacer un retrato medianamente acertado de él? ¿Alguien que no ha salido de la Guerra Fría?
Muchos medios del continente han hecho un gran esfuerzo por convertir a los contradictores de Estados Unidos en los grandes equivocados. Lo han intentado con Cuba y más recientemente con Venezuela, hasta el punto de que sus elecciones victoriosas son elecciones siempre sospechosas. No importa que en Colombia compren votos o arreen electorados bajo promesas o amenazas: esta democracia nunca está bajo sospecha. No importa que los paramilitares produzcan en diez años doscientos mil muertos en masacres bajo todas las formas de atrocidad: la democracia colombiana sigue siendo ejemplar, porque los poderes de la plutocracia siguen al mando. Pero si alguien es enemigo, no de los Estados Unidos sino de los abusos del imperialismo, eso lo hace reo de indignidad.
¿Y Ospina cómo se enteró de las masacres paramilitares? Yo por los periódicos. Va a tocar que me diga cuál es su fuente, y yo con gusto, haré la caridad, de señalarle los artículos periodísticos.
Por otra parte, resulta lamentable que el tipo no consiga entender que no se trata de blanco o negro. Al parecer, la dictadura castrista está por encima de toda crítica.
Entonces, ¿cómo es que viene este tipo a molestarse por las masacres paramilitares o la compra de votos en Colombia?
¿Cómo es que eso le resulta reprochable acá, pero que en la Isla de la Muerte sólo haya un partido y se persiga a la oposición no le merece ninguna mención?
No sé qué clase de principio moral está invocando el señor Ospina, pero ciertamente lo hace de manera muy hipócrita. O se es fiel a un principio, o se es fiel a unas personas. Y él eligió a sus personas: cualquiera que critique a EEUU es inocente y no cometería un crimen jamás, mientras que alguien que no odie a toda una nación de 51 estados, ya es un criminal. Esta es la izquierda estúpida con la que no quiero tener nada que ver.
Él le juró lealtad al socialfascismo y, por definición, los que no adscribimos su distorsionada percepción de la realidad, ya somos malos. ¿Para qué se esfuerza si quiera en simular que se rasga las vestiduras por las masacres paramilitares? Ya puede dejar el espectáculo: sus posturas están definidas a priori.
En fin, que ante los proselitistas del fascismo no queda más sino ponerlos en evidencia, o ignorarlos, como venía haciendo yo hasta que alguien me puso en dirección de este artículo.
¿Puede alguien, después de esto, no adorar a Susan Sontag?