Imran Firasat es un paquistaní refugiado en España que ha hecho público su rechazo al islam, tras renunciar a esa versión de la superstición organizada.
La suya ha sido una lucha en el marco de la libertad de expresión, en la que corre peligro su vida.
Primero, Firasat llamó a la censura del Corán en España, sobre la base del discurso del odio.
Ahora, a pesar de que un juzgado le prohibió hacerlo -también sobre la ridícula base del discurso del odio-, Firasat ha hecho pública su película, El profeta inocente, sobre, cómo no, Mahoma (con ayuda de ese promotor del odio y la hipocresía, el pastor cristiano fundalunático Terry Jones).
Por esto, a Firasat le han revocado su calidad de refugiado y será deportado a Pakistán, en donde lo esperan la horca y el cadalso.
Por el momento, lo único que queda por hacer es presión al gobierno de España y firmar una petición online, para que Canadá le otorgue a Firasat el estatus de refugiado y este continúe con vida.
Es curioso cómo todo esto se habría evitado si los estados, los legisladores y las personas entendieran que el discurso del odio debe ser permitido. Resulta irónico cómo la acusación de discurso del odio que Firasat usó, ahora se vuelve en su contra.
También resulta muy diciente que haya gobiernos dispuestos a enviar a su muerte a los refugiados políticos cuando han ofendido una religión, siendo que ese debería ser el principal motivo para dar asilo político a cualquier ser humano.