Las cosas no pintan muy bien para el vegetarianismo.
Aunque no se ha probado que exista una relación causal entre vegetarianismo y algunos desórdenes mentales, al parecer sí estarían estrechamente relacionados de alguna manera:
Por lo visto, una dieta vegana no proporciona suficientes nutrientes elementales como la vitamina B12 y los ácidos grasos Omega 3. Con una población de vegetarianos en los países occidentales entre el 1 y el 3% (en países como India llega al 30%), hoy podemos proporcionarnos una parte de estos nutrientes a través de ciertos derivados de algas y suplementos de B12, pero es dudoso que puedan sustituir realmente a los nutrientes del alimento natural y, en cualquier caso, nada de esto ha estado disponible a lo largo de la evolución humana. Cuando el dentista y explorador Weston Price (1870-1948) viajó a las islas de los mares del Sur en busca de veganos, encontró consumidores de pescado y caníbales en su lugar. En su libro Nutrition and Physical degeneration, subrayó que las poblaciones influidas por el veganismo mostraban invariablemente mayores problemas dentales y otros inconvenientes sanitarios.
Hoy empieza a analizarse la relación entre una dieta vegana y la salud mental, y ya se han hallado algunas correlaciones. El último y más inquietante estudio ha sido dirigido en Alemania. Según Johannes Michalak y sus compañeros (2012) los vegeterianos de una representativa muestra alemana (predominantemente mujeres, personas bien educadas y urbanitas) muestran una “elevada tasa de desórdenes depresivos, desórdenes de ansiedad y desórdenes somatoformes”. Su análisis evidenció también que “la adopción de una dieta vegetariana tiende a seguir el inicio de desórdenes mentales”.
Es decir, que como explica en más detalle Emily Deans en su blog de Psychology Today, el estudio no ha acreditado por ahora que exista una relación causal entre vegetarianismo y desorden mental. Pudiera ser que las personas con desórdenes mentales tendieran a escoger un estilo vegeteriano por otras razones, aunque de todos modos los hallazgos realmente no permiten ser muy optimistas con el porvenir del vegetarianismo radical.