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La agenda anticientífica de El Espectador

Al parecer, El Espectador quiere constituirse como una autoridad anticientífica en el país.

Primero, le dieron rienda suelta al mito de que la circuncisión previene el SIDA, no una sino dos veces, así como promocionaron a una ardilla que predijo que Romney le ganaría a Obama.

Supongo que ya pueden coronarse como expertos en promover ridiculeces ahora que le han abierto la puerta a las mentiras antitransgénicas.

Hace un par de meses las imágenes de las ratas deformadas, con tumores inmensos en su interior, parecían ser la más clara evidencia de los efectos de las semillas transgénicas (modificadas genéticamente). El estudio del biólogo francés Gilles-Eric Séralini mostraba cómo, tras dos años de investigación, un grupo de ratas sometidas a una dieta exclusiva de este tipo de alimentos producidos por la multinacional Monsanto había presentado serios problemas de salud, entre los que se encontraban insuficiencias renales y necrosis de hígado.

Las críticas llovieron entonces sobre la empresa estadounidense productora del maíz NK603.

Sí, le llovieron críticas de luditas que entienden tanto de ciencia como una ardilla de elecciones presidenciales.

En cambio, El Espectador omite, convenientemente, la cantidad de críticas hechas desde el ámbito científico a Séralini y su dizque estudio.

Claro que esto no impide que El Espectador titule su propaganda como “el dilema de los cultivos transgénicos”, pretendiendo ser serios y dando la impresión de que consultan ambos lados.

Otra de las principales discusiones que se han presentado en el país en torno al tema tiene que ver con la regulación de la venta de las semillas transgénicas, la cual hace posible un monopolio liderado por Monsanto.

Creo que esta es la peor parte de todas. Por lo general, una persona entra a oponerse a los transgénicos porque está en contra de los monopolios y las transnacionales, lo cual es como oponerse a la aspirina por estar en contra del neoliberalismo.

Sin embargo, no sólo permanecen como unos completos analfabetos funcionales de la más básica ciencia detrás de esta gran tecnología, y no sólo eligen una pelea sin tener la mínima información sino que además pretenden acabar con la tecnología en sí.

Por eso no es de extrañar que esta panda de verdaderos idiotas latinoamericanos no comprendan la diferencia entre una economía de mercado regulada y una economía de mercado desregulada, que es la que permite los monopolios. ¡¡La regulación los evita!! Es que no aciertan ni una.

Y la copa que termina de colmar el vaso, por supuesto fue esta:

Pero debido a la escasez de estudios sobre el tema y a que muchas de las investigaciones existentes son financiadas por las mismas multinacionales, las dudas acerca de los beneficios y contradicciones de estos alimentos seguirán siendo un enigma.

Joder, es que ni se enteran. Está mal que las multinacionales financien las investigaciones. ¿Ahh, sí? ¿Y cómo es que callan el financiamiento que Greenpeace y CRIIGEN -multinacionales antitransgénicas- hacen de los falsos estudios como el de Séralini?

Por cierto, para que les quede claro: estudios hay a borbotones. Casi que salen de debajo de las piedras. Todos los días hay, por lo menos, un nuevo estudio sobre transgénicos.

Y tampoco es que sean exclusivamente financiados por las multinacionales de lado y lado. Existen estudios independientes, y no uno o dos, sino que los hay por los cientos. (Y por cierto, todos dicen lo mismo, que no hay evidencia de que los transgénicos sean riesgosos ni nada por el estilo.)

Definitivamente el periodismo científico en Colombia brilla por su ausencia. Esas secciones de los periódicos están dedicadas a promover agendas buenrollistas, incluso anticientíficas -como el caso específico de El Espectador-.

Esto ya no es manipular los datos. Esto es mentir directamente, desinformar de manera interesada y ocultar hechos molestos que incomodarían a las audiencias.

(vía Fausto)

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