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La Barbie ‘salvadora’ de las negras

María García de la Torre ha escrito toda una diatriba porque Rihanna posó para Armani.

Su orden de ideas resulta, cuando menos, inquietante:

No es nueva la técnica de cambiar el color de la piel. Por eso a nadie sorprende ni incomoda que una cantante negra aparezca, de pronto, con una capa de base blanca, lentes de contacto azules y peluca rubia al estilo ‘garçon’.

Al parecer a alguien sí le incomoda, y lo que le incomoda más a la columnista es que nadie comparta su molestia.

Una máquina que produce rubias ojiazules como pares de zapatos. De suerte que las mulatas, orientales, latinas buscan camuflar su origen para satisfacer los estándares de belleza y lograr ser… como todas las demás.

Ohh, ¿así que le molesta que se objetivice a las mujeres? Y entonces, me pregunto yo, ¿por qué les niega agencia? ¿Por qué las priva de decidir sobre sus propios cuerpos y adjudica las decisiones de las mujeres a algún tipo de alienación, que ni se molesta en probar?

Las negras se lo pasan peor, sin duda. En particular esos millones de mujeres que ven a Rihanna blanca de la noche a la mañana y comprenden que lo ‘bueno’ es el pelo liso y ojalá rubio.

Whoa! Calma, mujer: aquí nadie ha dicho ‘bueno’ ni ‘malo’. Eso son interpretaciones paranoides de la presentación que hizo una artista y elucubraciones que vienen sin la debida evidencia que las soporte. De hecho, estas estrambóticas afirmaciones resultan cuando menos risibles, desde el punto de vista de la comunicación.

La señora García no sólo le niega a sus congéneres mujeres de color la agencia sobre sus propias vidas, sino que además las rebaja al nivel de analfabetas funcionales. Al parecer, y se desprende de la columna, “las negras” carecen de un órgano de recepción de mensajes como el cerebro, que -tal como indican las teorías de la comunicación válidas- lleva a cabo una recepción crítica de los mensajes.

¡Pero no! Ellas tragan entero, acríticamente. Sinceramente dudo que la autora de esta columna sea racista, creo que tiene una ignorancia auténtica en cuanto a cómo funciona la comunicación.

Entonces se levantan a las 4 de la mañana, todos los días, a planchar su pelo, durante tres largas horas, hasta que consiguen un liso artificial. Los lentes verdes o azules suelen ser un lujo, pero al menos su melena ahora se asemeja a la de Barbie Malibu.

Otras se ponen trenzas postizas que cuestan un ojo de la cara.

¿Y? Hay otras, muchas, que van a cámaras de bronceo, y otras se oscurecen el cabello, porqueee… bueno, la gente es libre de hacer lo que se le dé la gana con su cuerpo, más aún si es para sentirse a gusto consigo mismos. ¿Cómo, si no? Ahora no podemos satisfacer nuestros propios estándares de belleza porque somos, de alguna forma, colonias estéticas. Perdón, ¿dije “propios estándares de belleza”?

El pelo muy crespo sigue siendo antónimo de estatus social. Lo piensa una sociedad como la estadounidense, adalid de la libertad de razas y de género.

De otra forma, su primera dama no aparecería con sus dos criaturas con el pelo totalmente liso.

Primero, me gustaría saber a qué se refiere la columnista con “libertad de razas”. Y no sé, pero, ¿ha escuchado la señora García sobre Oprah Winfrey? Porque ella, junto con las “esclavas” del bronceo de piel echan al traste con todo su odio por la estética.

Es más, me gustaría ver el estudio de donde saca lo que “piensa una sociedad como la estadounidense”. ¿Hizo focus groups o encuestas o algo por el estilo para soltar esta afirmación tan a la ligera? Mucho me temo que otra afirmación gratuita de las muchas que componen el artículo.

Estos modelos de belleza impuestos por la sociedad y asimilados por la mujer representan una negación dolorosa de los orígenes raciales. Implica un abandono de lo que se es, para ponerse una máscara de lo que no se es.

Cuesta imaginar a Celia Cruz sin sus pelucas rubias, o a Janet Jackson con el pelo chuto. Pero serían ellas. Las de verdad, no las impuestas por un mercado que sigue promoviendo un racismo soterrado.

¿De qué habla? Celia Cruz siempre decía “my English is not very good looking“, y no se avergonzaba de ‘sus orígenes’. Ella también hacía conciertos con el pelo rizado.

Lo más normal del mundo es tener diferentes looks en el transcurso de toda una vida. Uno no siempre está igual a la foto de la cédula y eso no tiene nada de malo.

Sin embargo, nunca falta la persona que critica a los demás por no cumplir con sus estándares. Lo curioso, en este caso particular, es que la crítica está formulada denunciando que cumplen con los estándares de los demás, que es como decir “A ustedes les importa lo que los demás piensen de ustedes y deberían cambiarlo para que les importe lo que yo pienso de ustedes”.

Ya puestos a imaginar, hasta diera la impresión de que García de la Torre, blanca y mona ella, prefiere que todas dejen de parecerse a ella. O puede ser que ella también reniega de ‘sus orígenes’.

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