Esta es la traducción de un artículo de Jay Byrne y Henry I. Miller en la revista Forbes.
Al igual que mucho de lo que acontece en la política, la mayoría de las campañas anti-ingeniería genética que hemos visto en los últimos 30 años no son lo que parecen, sino que son más propaganda que populismo. Un ejemplo es la Proposición 37 de este año en la boleta electoral de California – que requeriría el etiquetado de ciertos alimentos “genéticamente modificados”. Está lejos de ser un movimiento “base” de las mamás y abuelitas preocupadas por la seguridad de sus hijos, aunque se ha presentado como tal.
Muchas “noticias” de medios tradicionales han idealizado las intenciones de aquellos que se oponen a las nuevas técnicas de mejora genética de la biotecnología agrícola, pero los hechos cuentan una historia muy diferente: intereses especiales bien financiados que realizan un asalto altamente organizado a los productos importantes, y las tecnologías superiores.
Existe en este país una gran, bien establecida y altamente profesional industria de protesta impulsada por grupos de intereses especiales que tratan de llenar sus propios bolsillos mientras perjudican el interés público. ¿Qué tan grande? Una revisión de las declaraciones de impuestos de las organizaciones de activistas “sin ánimo de lucro” que se oponen a la biotecnología agrícola y otros métodos modernos de producción revela que estos grupos profesionales de apoyo se gastan anualmente más de $ 2500 millones de dólares en los Estados Unidos para dar forma a nuestras creencias e influir en nuestros hábitos de compra. Al igual que la Proposición 37 en California, la mayor parte de este dinero no viene de donaciones de “la base”, sino de grandes cantidades de dinero de intereses especiales que se benefician de estos sustos de los alimentos.
Los principales contribuyentes corporativos y los mayores donantes detrás de la campaña de la Prop. 37 en California son las compañías de productos orgánicos, y compañías de productos de salud naturales y alternativos (es decir: charlatanes). Estos “especuladores del miedo” prosperan a partir de las campañas de terror sobre los alimentos y cómo se producen. Su apoyo permite a los activistas fomentar una falsa seguridad de la salud y falsos temores acerca de los productos agrícolas y las técnicas de producción utilizadas para el cultivo de producción de alimentos convencional (es decir, no orgánicos), lo que ayuda a atraer clientes a ofertas orgánicas más costosas. Impulsar los costos a través de las iniciativas de etiquetado y otras tácticas permite a las alternativas orgánicas menos eficientes ser más competitivas en costos. Llevados al error, los consumidores engañados son los que pierden.
Los proveedores de ofertas “naturales” y “orgánicas” a menudo se asocian con una variedad de reprobados, incluyendo los promotores de dudosas medicinas alternativas como las terapias de quelación, los suplementos milagrosos, y purgantes para eliminar o neutralizar las “toxinas”; y abogados que buscan ganancias inesperadas de demandas espurias. Estos vendedores de aceite de serpiente de hoy en día se han convertido en industrias de miles de millones de dólares que prosperan de avivar temores de seguridad y de la salud por medio de actividades de promoción y propaganda y mercadeo de afirmaciones que las comunidades científicas y médicas expertas (y los reguladores del gobierno) dicen que simplemente no se basan en hechos.
Estos activistas y sus socios de marketing inventan convincentes historias de interés humano que transforman las cuestiones de protección de la salud y del medio ambiente en cuentos morales de villanos, víctimas y héroes. Un ejemplo es el cuento de hadas actual promovido en California a través de artículos, blogs y literatura de campaña que muestra la campaña de la Prop. 37 como el invento de la abuela Pamm Larry de un pequeño pueblo que “se despertó una mañana”, durante el verano del 2011 con la idea de la iniciativa de ley y la transformó en realidad diez meses más tarde a través del trabajo duro de un “movimiento descentralizado de ciudadanos”.
En esta fábula, la abuelita Pamm (la heroína) está luchando para proteger a los vulnerables niños (las víctimas) de la temible ingeniería genética impulsada por la gran agroindustria y las empresas de alimentos (los villanos). A pesar de que podría hacer una buena película de Hollywood, es falsa.
La propia Granny Pamm admitió en el Huffington Post que empedernidos activistas profesionales como Ronnie Cummins de la Asociación de Consumidores Orgánicos basada en Minnesota; Jeffrey Smith, del Instituto para la Tecnología Responsable con sede en Iowa y Andrew Kimbrell del Centro para la Seguridad Alimentaria con base en Washington DC, estuvieron “allí desde el principio” para ayudar. Y ayudar fue lo que hicieron – redactando la propuesta de votación, proporcionando organizadores profesionales de ámbito político, y una campaña de relaciones con los medios dirigida por Jeffrey Smith que ha estado propagando la palabra en programas de televisión de difusión nacional. Todo esto se puso en marcha mucho antes de la epifanía que se supone que tuvo Granny Pamm en el 2011.
Durante más de cuatro años, los intereses especiales con mucho dinero que se oponen a la ingeniería genética estuvieron sentando las bases invirtiendo decenas de millones de dólares – dinero que no aparece en ningún informe de finanzas de campaña revelado de California. Granny Pamm, ya ven, en realidad no tuvo un poco de inspiración divina en el 2011 para liderar un movimiento de base de voluntarios del “derecho a saber” como cuenta la mitología. Por el contrario, la abuela había trabajado tras bambalinas con Smith y los otros activistas desde hace varios años preparándose para el asalto.
Estos activistas han recibido la ayuda de poderosos aliados en los medios de comunicación, especialmente los columnistas del New York Times. Y los espectadores de la semana pasada del popular show del Dr. Oz fueron advertidos por los “amigos del programa” y activistas anti-biotecnología Jeffrey Smith y Gary Hirshberg, director ejecutivo de Stonyfield Organic, de que los cultivos genéticamente modificados no están suficientemente probados y, peor aún, son responsables de efectos adversos para la salud ampliamente extendidos. (Los medios científicos y médicos niegan categóricamente tales acusaciones, por supuesto.)
Lo que no reveló fue que la esposa de Oz y coproductora de su programa, Lisa Oz, ha sido por mucho tiempo una partidaria de Smith y activista contra la ingeniería genética y en favor de la Proposición 37. Ella es una defensora de los productos de medicina alternativa – cuyos productores no por casualidad patrocinan los programas de radio y televisión de ella y del Dr. Oz- recientemente colaboró con Smith y se desempeñó como narradora de la espeluznante y ridícula película de él contra la ingeniería genética. (Vean la mordaz reprimenda del profesor Bruce Chassy a los productores del show del Dr. Oz en http://academicsreview.org/2012/10/letter-to-dr-oz-show-producers-by-bruce-chassy-phd/.) El lanzamiento de la película de Smith y la vergonzosa plataforma proporcionada por el Dr. Oz para la propaganda fueron cronometrados, obviamente, para coincidir con e influir en la iniciativa electoral Prop. 37 de California.
Si hubieran sintonizado con al Dr. Oz en el 2010 habrían visto un programa casi idéntico con Jeffrey Smith repitiendo su alarmismo ya completamente desacreditado – acompañado por nada menos que Granny Pamm (!) aplaudiendo su charlatanería desde la primera fila. Los lectores afilados notarán que eso fue un año antes de que su proclamado “¡Ajá!” de inspiración lanzara su campaña de “base”.
Desde el 2009, los patrocinadores corporativos financieros detrás de la actual iniciativa Prop. 37 han estado canalizando millones de dólares a los “ayudantes” de Granny Pamm con el fin de establecer una presencia de California y sentar las bases para la iniciativa de esta campaña. Su financiación se ha utilizado para generar investigación falsa que alegue problemas de salud de los cultivos y los alimentos genéticamente modificados, películas “documentales” y otras tácticas de propaganda, todo programado para ser lanzado para el máximo impacto antes la elección de noviembre del 2012.
Sin embargo, los informes de campaña de divulgación financiera no mostrarán los millones que los anunciantes de la industria orgánica como el director ejecutivo de Stonyfield, Gary Hirshberg, proporcionaron a activistas como Smith, Kimbrell y Cummins para arruinar productos competidores producidos de manera convencional. Tampoco informará la cuenta de campaña de las prodigiosas contribuciones en especie tales como una hora de tiempo al aire de difusión nacional por el Dr. Oz para promover la Proposición 37.
Aunque a los defensores del etiquetado les encanta retratarse a sí mismos como oprimidos en una batalla de David contra Goliat, contra el gran agronegocio, la realidad es exactamente lo contrario. Los intereses especiales de los productos orgánicos y naturales están gastando más de $ 2500 millones de dólares al año en promoción en la que todo vale, y cientos de millones más en actividades de marketing no declaradas para menospreciar los métodos de cultivo y promulgar las afirmaciones fraudulentas de la salud sobre los alimentos que comemos – con ningún otro propósito que el de aumentar las ventas de sus propias ofertas con precios exorbitantes.
Recordemos el consejo de “Garganta Profunda”, la fuente confidencial a los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, quien rompió el escándalo de Watergate: “Sigan el dinero. Siempre sigan el dinero”.