Y eso es lo que me parece que es la marca país – una herramienta para exacerbar el sentimiento de pertenencia a una entidad ficticia, que sirve para ganar votos, polarizar la opinión y generar hostilidad hacia la disidencia y oposición.
Ayer, minutos antes del partido de Colombia (el deporte no escapa de esa manía de volverlo todo sobre el sentido de pertenencia), se presentó la nueva marca país:
Según explican:
El logo representa nuestras regiones y los colores acentúan mensajes claves del país. El verde representa las montañas, el violeta la variedad de nuestra flora, el amarillo el sol, el azul nuestros mares y ríos y el rojo la calidez y la pasión.
Aunque tampoco me gusta, debo decir que es mucho mejor que el anterior, el escueto Colombia es pasión, que era un impresentable ‘sagrado’ corazón de Jesús:
Y es que pasión viene de sufrir, de padecer, lo propio de un valle de lágrimas. Un escenario propio del sanguinoliento gusto católico.
Todo esto quedó perfectamente registrado en las palabras del gran Germán Rincón para el informe de prensa sobre el cambio de marca país:
Durante siete años Colombia tuvo una figura sin identidad nacional, validando imágenes religiosas que podían tener vigencia en cualquier país católico pero nada traducía de Colombia. En siete años se irrespetó el principio de libertad religiosa e igualdad de cultos que terminará esta noche antes de iniciar el partido de fútbol.
Tiene toda la razón.