Mientras que los países civilizados se encaminan a prohibir la circuncisión infantil, uno de los medios más importantes del país se prestó para ser altavoz de la anticiencia.
Así es. El Espectador publicó una nota asegurando rotundamente que la circuncisión previene el contagio de VIH:
“Se han realizado tres experimentos en Kenia, Ruanda y Sudáfrica, respectivamente, que han demostrado que la circuncisión masculina proporciona un efecto protector contra la adquisición del VIH por transmisión sexual entre un hombre y una mujer. Actualmente estamos trabajando en un total de 13 países africanos. Estos informes se publicaron en los años 2005 y 2007”, señala Karin Hatzold, doctora residente en Zimbaue y responsable del área de VIH de Population Services International (PSI), que también participó en la charla. “Pero se han realizado otros estudios desde entonces, especialmente en Kenya, que hablan de una reducción del riesgo de hasta un 70%”, añadió.
El problema es que eso es mentira. Es una mentira del tamaño de una galaxia completa, como lo dejó claro Brian Earp, al explicar que esos supuestos ‘estudios’ no fueron llevados a cabo con ninguna rigurosidad, ni siguiendo el método científico.
Y bueno, esto podría caer dentro de la sistemática divulgación anticientífica de los medios de comunicación, de no ser porque muchos padres ignorantes y otros fanáticos y otros un poco de ambos, se excusarán en esa mentira difundida por El Espectador como si fuera verdad, para mutilar una parte de los genitales de los niños.
Por Twitter le dije a Fidel Cano y no he obtenido respuesta. También le envié un correo a Lisbeth Fog, quien es la periodista científica de ese medio y fue mi profesora de periodismo científico.
Su respuesta fue decepcionante. Me dijo que le alegraba que me mantuviera al tanto de los temas científicos, que en la ciencia así como los deportes y en la política hay opiniones diversas (?) y que esta ‘reflexión’ mía era prueba de que los periodistas no debemos limitarnos a copipegar los anuncios de las agencias de prensa.
Y sin embargo, la nota sigue igual, sirviendo de justificación para propósitos innobles que cualquier persona medianamente decente moriría antes de llevar a cabo, como lo es amputar el prepucio de un niño perfectamente sano porque se lo dijo su amigo imaginario.
Y eso es lo que está haciendo El Espectador: darle más munición a los tipos que dicen que su religión les exige actos de extrema crueldad innecesaria.
¡Qué vergüenza!