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Lo de los indígenas del Cauca apesta a multiculturalismo

Cuando escribí acerca de los indígenas que pretendían que la fuerza pública se fuera de su territorio, nunca me imaginé que el tema fuera a adquirir las proporciones que ha alcanzado.

Ahora los indígenas echaron por la fuerza a los soldados (a pesar de haber dicho que no sería por la fuerza) y en otro enfrentamiento, aislado, un indígena fue asesinado por soldados por no obedecerle.

No sé si es que tengo muchos contactos relativistas culturales, pero mi Facebook estuvo lleno de personas que se molestaron por el llanto de uno de los soldados y de alguna forma justificaban el tratamiento que recibieron por parte de los aborígenes.

Otros, estando a cientos de kilómetros del lugar de los hechos, atacaban a los medios de comunicación por no mostrar “la verdad” (a la cual, ellos, de alguna forma, tienen un acceso privilegiado, restringido al resto de los mortales).

Para la muestra, el tratamiento del tema que hicieron en Hijas de Lot:

El sensacionalismo de los medios de comunicación hoy ha decidido hacer de los indígenas unos terroristas y de los soldados los héroes de la patria que jamás serán.

Lo siento, pero yo no vi que nadie dijera que los indígenas son terroristas. Lo que sí vi es a un grupo de ciudadanos, que apelando a un tratamiento especial, residuo de cuando eran ciudadanos de segunda clase, pretendían que -a las buenas o a las malas- el Ejército de repente olvidara su obligación constitucional de protegerlos.

Sabrán disculparme si pretendo tratar a los indígenas como ciudadanos y no como un grupo de hombres de las cavernas.

En una sociedad que es capaz de sufrir hasta las lágrimas la despedida de una modelo en la casa estudio y que es indiferente al dolor de las víctimas reales del conflicto, los noticieros tienen una responsabilidad social grandísima que se pasan por la faja.

Perdón qué pregunte: ¿cómo se están pasando por la faja esa responsabilidad los noticieros? ¿Acaso no debían grabar que los indígenas echaban a la Fuerza Pública? ¿Tienen que omitir datos que les resulten incómodos a los relativistas culturales? ¿O se pasan por la faja la responsabilidad social porque no toman partido, como le gustaría a esos mismos multiculturalistas?

Con frecuencia, las personas que se quejan de los medios de comunicación (y que nunca han tenido en sus manos un libro de teorías de la comunicación) se quejan de la falta de imparcialidad de los medios, o como ellos lo llaman, objetividad -término que nada tiene que ver con la imparcialidad-. Pues bien, los medios reportaron de la fuerza utilizada contra el Ejército y del indígena asesinado, ¿dónde es que les faltó imparcialidad?

Recordemos que la mal llamada civilización católica fue una tradición impuesta con sangre que generó, según las estadísticas más optimistas, la muerte de 80.000.000 de indígenas en América. Recordemos también que los sobrevivientes de semejante genocidio fueron obligados a convertirse y negar su lengua y sus tradiciones ancestrales.

Muchos de estos indios terroristas fueron esclavizados hasta hace relativamente poco e incluso hay evidencias de que hasta el siglo XIX algunos terratenientes tenían por hobbie cazar indios en las llanuras.

Sí, ¿y? ¿Es esta exposición de hechos una preparación del terreno para apelar a nuestras emociones?

En nombre del progreso desterramos a cientos de comunidades indígenas violando todas sus premisas morales de amor a la tierra y a su entorno. Nos burlamos de sus ritos sagrados y los obligamos a bautizarse. Hemos convertido en un campo de batalla sus lugares sagrados. Les negamos sus derechos fundamentales y para alegría de muchos ingenuos, estamos a punto de exterminarlos.

Eso sí no. ¿Cuáles son las “premisas morales de amor a la tierra” de los indígenas y qué tienen que ver en esto? Lo siento, pero no se le debe respeto a las creencias, sino a las personas.

A los indígenas por supuesto no debe obligárseles a bautizarse y cualquiera tiene el derecho a burlarse de sus ritos sagrados, así como a diario me burlo de la estupidez de la transubstanciación. De nuevo, los indígenas son ciudadanos y no tienen más derechos que cualquier otro.

Los lugares ‘sagrados’ indígenas ya habían sido convertidos en campos de batalla mucho antes de que Occidente llegara a estas tierras, cuando los muiscas se peleaban con los taironas. De hecho, lo sagrado suele conllevar un elemento sangriento y sanguinoliento en cualquier cultura, y en cualquier religión.

A diferencia de lo que se ha dicho, yo no le niego los derechos fundamentales a los indígenas (¿tendré que repetir que son ciudadanos?). Por el contrario, como conciudadano de ellos reitero y siempre he reiterado que deben ser sujetos de los mismos derechos que cualquier otro colombiano, incluido aquel de recibir protección por parte de la Fuerza Pública ante los ataques terroristas.

Antes que defender la institucionalidad de la fuerza pública, nuestro compromiso como ciudadanos es defender a nuestros aborígenes; últimos rezagos de nuestra historia indígena […]

Uno de mis profesores puso esta misma idea en otras palabras: que dizque los indígenas son moralmente superiores (así, sin anestesia, uno es inferior simplemente por ser occidental).

Este concepto tiene un problema con dos caras: es ofensivo. Es ofensivo para los nativos, que son puestos en una urna de cristal, como si no estuviéramos hablando de seres humanos sino de piezas de museo, de colección. Es una postura condescendiente como un castillo, y le niega la humanidad compartida a los indígenas.

También resulta ofensivo para los “no-indígenas” (que quién sabe cómo es que uno termina en esa definición, al fin y al cabo ¡todos somos mestizos en este país!). ¿Cómo así que el panadero de la esquina, o el taxista, o el carpintero es inferior a los indígenas del Cauca, simplemente por su lugar de nacimiento? ¿Por qué ellos no merecen también ser puestos tras una vitrina y que nadie los moleste, ni se burle de si creen en un zombie judío? ¿Qué igualdad hay ahí?

Creo que Catalina Ruiz-Navarro resume muy bien la situación:

Ante ese panorama es apenas natural que los paeces quieran sacar al Ejército y a la guerrilla de sus tierras, incluso con violencia. No justifica la agresión de ninguna manera, pero la explica, y la pregunta para el Estado no debería ser cómo controlarlos, sino cómo reparar el daño y volver a ganar la confianza de una comunidad a la que ha dejado en el olvido.

Algunos, mejor intencionados pero igualmente racistas, creen que los miembros de las comunidades indígenas son todos seres de luz en comunión con la naturaleza. En ninguno de los casos se los considera como colombianos y por eso decimos que el Ejército somos nosotros, y las lágrimas de un soldado despiertan patriotismo, pero el asesinato de un indígena se considera un daño colateral.

Hasta ahí, suscribo su comentario (antes de que se ponga a sacar excusas de patriotismo para justificar a los terroristas).

Ahora bien, repasemos algunos de los argumentos para apoyar esta sublevación indígena ilegal.

“El ejército no los ha protegido”. Cierto, en gran medida.

Les han impuesto una religión y una lengua foránea. No, desde hace por lo menos, dos décadas. Lo de la lengua, hay unas que simplemente están destinadas a desaparecer y dudo mucho que a día de hoy alguien se haya puesto con un látigo a imponer el español. Al respecto, el intercambio entre Gabriel Andrade y Roberto Augusto es imperdible.

“Los han desalojado de sus tierras para dárselas a hacendados y los han matado por exigir sus derechos”. Sí. Y eso está mal y la Justicia debería abrir procesos para restituir sus tierras y procesar a los responsables.

“El Ejército ha cometido muchas masacres contra la población indígena. Deben pagar”. En primer lugar, ya están empezando a pagar, con condenas contra el Estado en favor de las poblaciones víctimas. En segundo lugar, los delitos cometidos por agentes de la Fuerza Pública en un lugar, no deben ser ‘pagados’ por agentes diferentes, ubicados en otra localidad del país. En tercer lugar, esas violaciones de los DDHH y de la Constitución no se reparan a través de más violaciones a los DDHH y la Constitución (eso es, retirándoles la protección estatal que el Gobierno está obligado a brindarle a todos sus ciudadanos).

Desde que los supuestos portavoces de la igualdad no dejen de pretender que hay grupos de ciudadanos que merecen especial deferencia según el lugar o grupo social o étnico donde nacieron, van a seguir sembrando condiciones de desigualdad.

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