Y así como volar libremente por el aire sería una ilusión, también lo es lo que se entiende normalmente por ‘libre albedrío’. Victor Stenger lo explica muy bien:
La investigación en neurociencia ha revelado un hecho sorprendente que revoluciona mucho de lo que nosotros los humanos hemos dado previamente por sentado acerca de nuestras interacciones con el mundo fuera de nuestras cabezas: Nuestra conciencia no está realmente a cargo de nuestro comportamiento.
Los experimentos de laboratorio muestran que antes de que nos demos cuenta de haber tomado una decisión, nuestros cerebros ya han sentado las bases para ello. En un libro reciente, Subliminal: How Your Unconscious Mind Rules Your Behavior, el físico Leonard Mlodinow examina una amplia gama de experimentos psicológicos que demuestran el papel dominante que ejerce el inconsciente en nuestra conducta. Este reconocimiento desafía las suposiciones fundamentales sobre el libre albedrío y las enseñanzas religiosas asociadas sobre el pecado y la redención, así como los conceptos jurídicos de la responsabilidad y el castigo. Si nuestros cerebros están tomando inconscientemente nuestras decisiones por nosotros, ¿cómo podemos ser responsables de nuestras acciones? ¿Cómo puede nuestro sistema legal castigar a los criminales o Dios castigar a los pecadores que no están en pleno control de sus procesos de decisión?
¿Es el libre albedrío una ilusión? En su reciente libro titulado Free Will, el neurocientífico Sam Harris no escatima en anestesia. Él nos dice en términos inequívocos: “El libre albedrío es una ilusión”. Nosotros no existimos como controladores inmateriales conscientes, sino que en cambio somos seres enteramente físicos cuyas decisiones y comportamientos son productos totalmente causados del cerebro y el cuerpo.
Los filósofos identifican varias posiciones diferentes sobre la cuestión del libre albedrío. Los incompatibilistas sostienen que el libre albedrío es incompatible con el determinismo, la idea de que nuestro comportamiento está completamente determinado por causas antecedentes, tales como el destino, los actos de Dios o las leyes de la naturaleza. Estos se dividen en dos bandos. Los libertarianos sostienen que tenemos libre albedrío ya que los humanos trascendemos la causa y el efecto de una manera que nos hace responsables en última instancia. Los deterministas sostienen que no tenemos libre albedrío, ya sea porque el determinismo es verdadero o el indeterminismo (casualidad) no nos da control ni responsabilidad. Ambos grupos se oponen a los compatibilistas, que argumentan que el libre albedrío es compatible con el determinismo o el indeterminismo, para el caso.
¿Qué es exactamente el determinismo? Hace dos siglos, el físico francés Pierre Laplace señaló que, de acuerdo con la mecánica de Newton, el movimiento de cada partícula en el universo puede, en principio, predecirse a partir del conocimiento de su posición, la inercia y las fuerzas que actúan sobre él. Esta es la máquina newtoniana del mundo. Dado que, en cuanto a la física se refiere, todos nosotros sólo somos partículas, entonces esto parece hacer del libre albedrío una ilusión, de hecho.
Sin embargo, ahora podemos decir con gran confianza que el universo no es una máquina newtoniana. El principio de incertidumbre de Heisenberg de la mecánica cuántica demostró que, en el fondo, la naturaleza es fundamentalmente indeterminista. Pero, ¿la indeterminación cuántica juega un papel importante en el cerebro, y por lo tanto abre un camino para el libre albedrío? Probablemente no, y aquí está el porqué.
Las partes en movimiento del cerebro son pesadas para los estándares microscópicos y se mueven a velocidades relativamente altas porque el cerebro está caliente. Por otra parte, las distancias son grandes siguiendo estos mismos estándares microscópicos. Es fácil demostrar cuantitativamente que los efectos cuánticos en el cerebro no son significativos. Por lo tanto, a pesar de que los libertarianos tienen razón en que el determinismo es falso en el nivel cuántico, microfísico; el cerebro es, para todos los efectos prácticos, una máquina newtoniana determinista, por lo que no tenemos libre albedrío como ellos lo definen.
Aunque el cerebro es probablemente determinista cuando se trata del control de la conducta, hay un montón de “pseudo-azar” (en contraposición a aleatoriedad cuántica “pura”) en los movimientos térmicos de nuestro cerebro y en el entorno que nos alimenta de datos. Es posible que esto pueda proporcionar suficiente incertidumbre para darnos la “sensación” del libre albedrío. O, tal vez la incertidumbre no juega ningún papel directo y se trata simplemente de nuestra falta de conciencia sobre las causas de nuestras decisiones que nosotros interpretamos como están exentos de las leyes de la naturaleza. De cualquier manera, esto significa que, en última instancia, no tenemos el libre albedrío libertariano, a pesar de que podríamos tener la impresión de que lo tenemos.
Pero aquí hay algo de consuelo. A pesar de que a nivel cuántico no hay determinismo rígido, las compatibilistas aciertan en la visualización de las operaciones del cerebro como procesos causales. También hacen otro buen punto cuando argumentan que incluso si nuestros pensamientos y acciones son el producto de procesos inconscientes, siguen siendo nuestros pensamientos y acciones. En otras palabras, “nosotros” no sólo somos nuestra mente consciente, sino más bien la suma tanto de los procesos conscientes como de los inconscientes. Mientras que otros pueden influirnos, nadie tiene acceso a todos los datos que entraron en el cálculo, excepto nosotros mismísimos. Otro cerebro operando de acuerdo con los mismos algoritmos de decisión que los nuestros no necesariamente llegaría a la misma decisión final ya que las experiencias de toda la vida que conducen a ese punto serían diferentes.
Así que, aunque no tenemos el libre albedrío libertariano, si una decisión no es controlada por fuerzas externas a nosotros mismos, naturales o sobrenaturales, sino por las fuerzas internas de nuestro cuerpo, entonces esa decisión es nuestra. Si tú y yo no somos sólo una conciencia inmaterial (o alma), sino que somos nuestros cerebros y cuerpos físicos, entonces todavía es “nosotros” quienes tomamos nuestras decisiones. Y después de todo, para hacer eso es que evolucionó el cerebro independientemente del papel que hubiera podido desempeñar la consciencia. Y, por lo tanto, es que “nosotros” somos responsables de esas decisiones.
Y a eso es a todo lo que se reduce. ¿A quién le importa si decimos que una acción es “libre albedrío” o no? Llamarlo “libre albedrío” (como hacen los compatibilistas) es muy confuso, ya que sugiere algún tipo de dualismo, sobrenatural o no, así que llamémoslo “autonomía”. La cuestión es: ¿cuál es la responsabilidad moral y legal de una persona autónoma, y cómo debe hacerle frente la sociedad a las malas acciones?
Obviamente, no podemos tener una sociedad funcional si no nos protegemos de las personas que son peligrosas para los demás, debido a lo que sea que haya dentro de sus cerebros y sistemas nerviosos que los hace peligrosos. Sin embargo, dado que no tenemos el libre albedrío libertariano, que nos sitúe por encima las leyes causales, parece que nuestros sistemas morales y de justicia retributiva necesitan ser re-evaluados en gran medida, y tal vez incluso modernizados drásticamente.