Por supuesto, no se trata de niños siendo devorados por socerdotes, sino porque el obsipo Fernando María Bargalló se puso muy amistoso con una mujer. Mayor de edad. Consciente. Y con voluntad propia.
Bargalló aseguró que las imágenes son de hace dos años, cuando viajó al Caribe mexicano para participar en la reunión del Secretariado Latinoamericano y Caribeño de Pastoral Social Cáritas.
“Las fotos responden en efecto a un encuentro en México, en donde coincidimos con esta amiga de mi infancia, con ella y su familia mantenemos vínculos de fuerte amistad”, afirmó el prelado.
El cura lamentó la situación en que quedó envuelto y reconoció que su actitud no quedó exenta de “cierta imprudencia”, porque “pudo haber dado lugar a malas interpretaciones”.
Sí, porque ¿quién vería con buenos ojos que dos personas que se atraen, vayan hasta dónde los lleven sus sentimientos y en el proceso se descubran el uno al otro?
Porque esa es la moral de la Iglesia: los niños violados no reclamarían la herencia cuando los curas mueran, así que a quién le importa. Pero ayy de que una mujer (o algún descendiente) ose tener la muy remota posibilidad futura de poner sus ‘garras’ sobre un solo centavo del Vaticano.