Pues bien, estamos buscando dotar al grupo de Ateos de Bogotá con personería jurídica para hacer del activismo por una sociedad más racional, libre e igualitaria una herramienta con mayor peso político. Dentro de los requisitos está el de crear una junta directiva, que precisamente está siendo elegida por votación esta semana.
Este mensaje nos lo envió quien lideraba la votación hasta ayer por la mañana:
Chicos les tengo un aviso muy importante y me gustaría antes que todo pedirles comprensión y mucho apoyo, también darles las gracias por la confianza depositada en mí. La razón por la cual les escribo este mensaje es para confirmar mi renuncia a la junta directiva, el motivo: Mi familia, tuve un gran problema con ellos y la verdad no quisiera que empeorara ya que mis padres me han amenazado con muchas cosas sobre todo con tumbar absolutamente todo mi futuro, es algo muy complicado y espero lo comprendan, yo no les quitaré mi apoyo y saben que seguirán contando conmigo, espero que esto no se vaya a discusiones muy serias con ustedes hasta llegar al punto de una expulsión del grupo o algo parecido, por favor, les pido colaboración. Yo podré seguirlos apoyando claro que sí, pero desde afuera, si necesitan asesorías con mucho gusto se las brindaré, en cuánto al capital para todo lo referente con la junta también apoyaré ese aspecto. Espero que lo sometan a discusión y muy amablemente les pido eliminarme de la encuesta al mismo tiempo que informar al grupo en general, muchas gracias.
Por supuesto, ella cuenta con todo mi apoyo en esta situación y no la tomo contra ella. Ella no tiene la culpa de tener familiares con creencias irracionales, que se aprovechan de la dependencia económica para chantajearla emocionalmente, porque no pueden soportar que el amigo imaginario al que le rinden pleitesía vaya a enviarla al Infierno.
Para ellos, amputarle la libertad a alguien es un costo que están dispuestos a hacerle pagar a alguien, con tal de que no pase una eternidad en sufrimiento. No es como si uno tuviera la obligación moral de rebelarse contra los dictadores ni nada por el estilo, en vez de añadir más esclavos a sus grilletes -infructuosamente-.
Ya me gustaría que el yugo de la religión estuviera en retirada, pero ese alegre momento todavía no ha llegado. Y hasta que no se empiece a vislumbrar, creo que aún si le dedicara 24 horas al día al activismo, esa cantidad de tiempo no empezaría a ser ni remotamente “suficiente”.
Este no es el único caso. Hay más. Conozco más casos de ateos de clóset, que no pueden ser honestos con sus familias acerca de sus creencias porque el fascismo (sí, fascismo) imperante en esas microsociedades les acarrearía muchos problemas.
Y esto siempre ha sido así con la religión: persiguiendo y rechazando al disidente, al diferente, al que cuestiona, sin importar si se trata de familiares, amigos, colegas o congéneres.
Esta persona que estuvo a punto de quedar como presidente de la Junta Directiva alguna vez dijo que el grupo de Ateos de Bogotá somos su familia. A mí me gusta pensar que así es: que además de compartir un objetivo común, somos un tejido social de apoyo para aquellos de los nuestros que lo necesitan.
Nadie debería ser objeto de este tipo de vejaciones como el de esta persona, y mucho menos por parte de sus familiares biológicos. Todavía quedan muchas horas de activismo por dar. Falta más y no menos activismo.