La ciencia siempre ha sido una amenaza para la religión, aún cuando partía de la base de que dios existía.
Galilei y Bruno fueron creyentes, pero eso no les impidió encontrar verdades que contradecían las doctrinas del momento. Hoy en día hay un poco más de libertad, y la ciencia parte, de hecho, de que no hay dios. Y Benedicto XVI quiere cambiar eso:
El Papa Benedicto XVI ha propuesto recuperar el significado de la trascendencia y poner a Dios en la raíz del progreso científico y tecnológico, de los descubrimientos y avances, para evitar “resultados inquietantes” en un momento en que, según ha indicado, las ciencias experimentales han transformado la visión del mundo.
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“Una mentalidad fundamentalmente técnica y práctica engendra un peligroso desequilibrio entre lo que es técnicamente posible y lo que es moralmente bueno, con consecuencias imprevistas”, ha asegurado, al tiempo que ha apuntado que, en cualquier caso, esas innovaciones deben ser motivo de “orgullo”.
Como siempre, se equivoca. Poner a dios en la raíz de la ciencia, es como atarle una bomba a una mujer embarazada: nada bueno puede salir de ahí.
Aunque por supuesto, el viejo ignorante no tiene ni la menor idea de cómo funciona la ciencia.
(dato: Cristian Madera)
