Ahora Alejandro Chaparro, lector de El Espectador, les envió esta carta, corrigiendo la desinformación e ignorancia en las que se ahoga la columna:
1. La versión 1991 del Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), aprobada por la Ley 1518 de 2012, mantiene el derecho del agricultor a “utilizar a fines de reproducción o de multiplicación, en su propia explotación, el producto de la cosecha que hayan obtenido por el cultivo en su propia explotación, de la variedad protegida”. Si bien la aplicación del artículo es facultativa, y debemos movilizarnos para que se haga obligatoria, está muy lejos de promover la privatización de las semillas. Por otro lado, en ninguna parte del articulado de la ley, se mencionan las semillas genéticamente modificadas (GM), así que no aparece evidente que se esté buscando permitir el monopolio de tales semillas en detrimento de las semillas tradicionales de las comunidades locales, como lo afirma la abogada.
2. Las semillas GM se han venido usando desde 1996 en el mundo. En el año 2011 se sembraron 160 millones de hectáreas por parte de 16,7 millones de agricultores (90% pequeños agricultores) en 29 países. En Colombia se siembran desde 1999, y para el año 2011 se sembraron cerca de 110.000 hectáreas en varios departamentos de Colombia (Cesar, Sucre, Córdoba, Antioquia, Valle, Tolima, Huila, Meta, Cundinamarca, Santander). En todas partes y contraviniendo las leyes de propiedad intelectual, los agricultores reutilizan la semilla proveniente de cultivos GM, porque es fértil. No es cierto que esta semilla sea estéril. Ello ha provocado incluso retiros temporales de las empresas productoras de semillas GM de países como Argentina.
3. La guerra de comunicados de los activistas antibiotecnología en el mundo ha sido respondida por pronunciamientos de sociedades científicas, afirmando que, sobre la base de la evidencia científica disponible, las semillas GM son tan seguras como sus contrapartes.
4. Para un país megadiverso como Colombia es un suicidio declararle la guerra a la biotecnología. El costo global de las semillas GM en 2011, fue de 13,2 mil millones de dólares (36% del mercado), mientras que el valor de la cosecha de cultivos GM (maíz, algodón, soya, colza) fue de 160 mil millones de dólares, que corresponde a casi un tercio del PIB colombiano de 2010. Esto se logró con el uso de dos tipos de genes, en no más de seis versiones. Y resulta que nosotros estamos sentados sobre la segunda mayor riqueza de genes en el mundo.
Yo insisto: Carolina Botero hace muy buen trabajo defendiendo nuestras libertades en Internet y nuestra privacidad, pero se le da fatal ponerse a atacar la ciencia, reciclando las mentiras de multinacionales de la publicidad como Greepeace.