Lamentablemente los medios de comunicación están sujetos a la oferta y la demanda y en esa medida, para subsistir, tienen que apelar a los gustos de su público. Esto es lo que ha causado esa explosión de secciones new age, del horóscopo y el amarillismo en los medios de amplia circulación.
Por lo general, ese tratamiento de la información quebranta algunos cuantos principios periodísticos. En otras ocasiones, sirve para poner de relieve la charlatanería embaucadora. Al parecer eso fue lo que hizo Gustavo Gómez al hacerle una “entrevista” a Luis Carlos Galán desde el más allá:
Se llama Alejandro Olaya y tiene su oficina en la 57 con 13, en Chapinero. Es antioqueño y me cuenta que desde los cinco años comenzó a ver gente que nadie más veía. Una especie de Haley Joel Osment de Frontino, pero con camisa muy apretada y, como yo, médium pasado de peso. A los diez, esa gente invisible para los demás se tornó agresiva y él comenzó a sentir escalofríos y verdadero temor. Llegaron las premoniciones: “Vi la masacre de Segovia un día antes y de la tragedia de Machuca, donde tanta gente murió quemada, supe cuarenta y ocho horas antes de que todo comenzara”, dice. No tengo por qué dudar de él; no tengo por qué creerle una sola palabra.
Claro que Gómez tiene por qué dudar de él. Estaba haciendo afirmaciones extraordinarias y tal como lo expresó el genial Sagan, afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias.
Gustavo Gómez es un buen periodista que debería saber esto. Siempre hay razones para dudar. Lo que hay que exigir es motivos para confiar y evidencias para creer. En todo caso, sigue la crónica:
Conversar con un espíritu, me explica Olaya, se rige por un “conducto regulado”, que, asumo, es el mismo “conducto regular”. Desde hace unos días él ha estado tramitando los permisos. En este caso no hay que lagartearle a algún Juan Mesa celestial ni nada de eso. El médium contacta a sus maestros, “ascendidos de luz”, y pide que se convoque a una Corte Espiritual que a su vez intercede con el Arquitecto del Universo (Ingeniero del Universo hubiera preferido yo, para que la canalización hubiera quedado en manos de profesionales). Él es el único que concede permisos. Olaya normalmente trabaja con una corte de diez o doce miembros, entre los que se cuentan san Miguel Arcángel, Mahatma Gandhi y Allan Kardec, este último, uno de los seres trascendidos (desencarnados, diríamos si fuéramos pedicuristas) que más admira.
Esta mezcolanza sincrética de supersticiones yuxtapuestas me da resaca. El tal Miguel arcángel no existe, al menos no más que Pinocho o Supermán. Gandhi fue un chapucero faquir que promovió la discriminación, el ludismo y el odio a la civilización; mientras que el tal Kardec fue el lamentable fundador de la también lamentable Iglesia Espiritista.
Todo esto forrado con la escueta terminología masónica de “arquitecto del universo” sólo consigue confirmar el burdo embuste empacado como servicio que normalmente cuesta 200 mil pesos (unos 100 dólares estadounidenses). Ignoro si el charlatán le cobró a la revista o no.
La entrevista no dice nada que no pudiera saber cualquier persona con acceso a Wikipedia. Aunque por supuesto, si Olaya hubiera hecho mejor su tarea, habría podido responder cuál era el segundo apellido de la esposa de Galán:
—¿Cuál es el segundo apellido de Gloria, su esposa?
—Tus preguntas… tus preguntas son… de duda –me contesta mientras aumenta los temblores, mueve la cabeza con fuerza y da brincos en la silla.
—Solo trato de corroborar que usted sea usted. ¿Qué tal que sea un espíritu impostor?
—Tienes toda la razón –contesta después de pensarlo unos segundos–. Pero tu contacto y tu llamado han sido de desagrado.
—¿Por qué?
—No puedes… utilizar estos… estos medios… para… para…
Y, entonces, Alejandro abre los ojos y pone cara de guayabo.
(dato: Rikardo Pantoja)