La semana pasada entré en una discusión con una amiga porque ella quiere volver a las oscuras épocas de la Inquisición y la guillotina, y traer de vuelta la pena de muerte.
Y resulta que precisamente el tipo de respuesta que le dí entonces, es la que perfectamente le puedo dar a Gilma Jiménez y su séquito de descerebrados en favor de la cadena perpetua, cuando señalan los fallos del sistema judicial y preguntan qué tenemos para decirle a los niños:
Cualquier país civilizado y moralmente correcto se paralizaría si en menos de 24 horas aparecen los cuerpos de dos niñas de cuatro años asesinadas, una de ellas violada.
…
Trabajar por los niños para algunos es populista, oportunista o politiquero. Claro, es mejor el silencio e invisibilizar. Es más fácil hablar que hacer. Para otros es más importante mantener el statu quo de una política criminal que algunos poseedores de la verdad nos han impuesto a espaldas de la sociedad, que admitir los profundos y evidentes errores de un ordenamiento jurídico lleno de imperfecciones y de injusticias, como sacrificar a los niños víctimas en función de las garantías de sus verdugos. ¡Qué tal! ¿Tendrán algo que decirles a los niños?
Niños, podrían empezar por dar gracias. En este país -que está lejos de ser un paraíso o pertenecer al Primer Mundo- cuentan con una doble instancia, para evitar que haya errores de la justicia y se los prive injustamente de la libertad. Y hay un debido proceso, por medio del cual, ustedes tienen la garantía de que si son encarcelados, lo serán ajustándose a la ley.
A pesar de esto, la justicia en el país no es perfecta y está llena de fallos e imperfecciones. Pero no porque la política criminal haya sido impuesta por algunos poseedores de la verdad, sino porque ha sido pervertida por funcionarios públicos que ceden ante la corrupción, o la utilizan demagógicamente para aferrarse al poder – como es el caso de Gilma Jiménez, quien sigue haciendo parte de la Iglesia Católica… ¡¡vaya enemiga del statu quo y de la pederastia!!
Y es que precisamente no se entiende muy bien cómo alguien que es tan hábil para señalar los defectos del sistema de justicia, a la vez quiere aumentar las penas incluso llegando a pedir cadenas perpetuas. Si el sistema es tan poco confiable, como señala Jiménez, ¿con qué seguridad vamos a encerrar a una persona de por vida? ¿Acaso a alguien le cabe en la cabeza que la solución a un sistema lleno de imperfecciones es conseguir que el Estado abandone cualquier civilidad que haya conseguido y se rebaje al nivel de un matón común y corriente?
Porque no nos digamos mentiras, los matones no tienen la menor idea de la proporcionalidad de la pena y se entragan con facilidad pasmosa a la venganza. Y precisamente lo que queremos es un sistema de JUS–TI–CIA. Aquel en el que hay un juez natural, que impone una pena y no en el que la turba enfurecida saca palos y antorchas para linchar al desgraciado de turno – como pretende Gilma Jiménez.
También le puedo decir a los niños lo mentirosa que es Gilma Jiménez, pues el aumento de penas (o la imposición de la cadena perpetua) no reduce los delitos. Con las penas, lo único que aumentan son los votos. Esto es algo que ha sido probado sistemáticamente una y otra vez en todo el mundo, como se lo recordó a la senadora la Comisión Asesora para el Diseño de la Política Criminal del Estado Colombiano.
Ahora, niños, les tengo una tarea: averigüen cómo hacen las cosas en los países “civilizados y moralmente correctos”. ¿Le dan rienda suelta a la sed de sangre y de venganza, o por el contrario, separan del puesto a inescrupulosos congresistas que recurren a las pasiones más bajas para hacerse reelegir una y otra y otra vez?
Porque la última vez que me fijé, los países civilizados respetan las garantías procesales hasta del tipo con más sangre fría que haya pasado por los tribunales.