Uno de mis primeros acercamientos al ateísmo militante fue Michel Onfray, que en su libro Tratado de Ateología desgarraba las tres religiones monoteístas de una manera brutlamente racional.
He encontrado una razón más para admirarlo. Resulta que la extrema izquierda francesa tiene como candidato al caricaturesco Jean-Luc Mélenchon, que admira a los líderes neoestalinistas latinoamericanos y quiere ser como Chávez, razón por la que Onfray le retiró su apoyo:
El amor de Mélenchon por América no incluye a Estados Unidos, país que aborrece y considera “el primer problema del mundo”. En cambio defiende a China. Durante los Olímpicos del 2008, denunció la propaganda occidental que presenta a los monjes tibetanos como víctimas de la represión de Pekín. Estas posiciones son muy criticadas, incluso por representantes de la izquierda.
El filósofo Michel Onfray dejó de apoyarlo después de escucharlo “hablar bien de Chávez” y decir, entre otras cosas, que “Cuba no es una dictadura” y que “el islam no plantea tantos problemas como el cristianismo”.
Va a resultar que populistas y demagogos, admiradores del autoritarismo, hay en todas partes, incluso en la cuna de la Ilustración.