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Vicente Durán Casas es un mentiroso

Yo no sé si es una cuestión de marca o identidad pero me parece muy llamativo que en esta semana ya sean dos miembros de la Universidad Javeriana los que salgan a defender el papel de la Iglesia Católica.

Primero fue Catalina Ruiz-Navarro que ni siquiera entiende cómo funciona la Iglesia. Y ahora tuve la mala fortuna de cruzarme con una columna del vicerrector académico de esa universidad, Vicente Durán Casas. El suyo es un artículo bastante patético sobre el laicismo:

El tema, que por sí mismo es complejo y requiere de no pocas diferenciaciones y precisiones conceptuales, se ha vuelto enredado y confuso, en parte porque hay sectores interesados en que así sea, y en parte por ignorancia.

Así es. A la Iglesia poco o nada le importa que los ciudadanos aprendan que debe haber una estricta separación entre la superstición el Estado.

En los medios no hay información suficiente y confiable sobre estos asuntos, lo que aparece son posiciones ya tomadas, por lo general radicalizadas, y la superficialidad, que todo lo embrolla, pareciera querer adueñarse de la verdad en asuntos que son de honda repercusión social.

Sería bueno que el señor Durán empezara a señalar en dónde ha visto esas posiciones ya tomadas, radicalizadas y superficiales que se han adueñado de la verdad, pues como lector de muchos medios (y en vista de que los lectores me envían páginas de medios que se me pueden haber pasado para que haga las respectivas denuncias), lo que me he dado cuenta es que en los medios no hay esas posiciones que dice el señor Durán.

Lo que uno se encuentra en los medios es que reportan como si fuera la gran maravilla que los servidores públicos despilfarran miles de millones de pesos de dinero de los contribuyentes en la reconstrucción de iglesias. Nunca un medio de comunicación ha puesto el grito en el cielo de ver cómo un funcionario público ofende la institucionalidad colgando imágenes de sus creencias en su despacho, que es una oficina pública.

La misma Iglesia católica reconoce y afirma esa separación de competencias y funciones, y está lejos de pretender reclamar para sí privilegios que rompan el equilibrio de neutralidad que el Estado debe mantener respecto de las diferentes religiones y credos.

Como buen defensor de la ignorancia y los prejuicios, Durán miente descaradamente. La misma Iglesia ni reconoce ni afirma la separación de competencias. Ojalá lo hicieran.

En vez de eso, tenemos un Presidente que toma posesión rodeado de purpurados y va a Te Deum con todos sus ministros para celebrar la Independencia, alcaldes que (con dineros públicos y en nombre de la ciudad) ponen pesebres de 4 metros de alto en los parques públicos, un Jardín Botánico que celebra novenas de aguinaldos y Domingo de Ramos, alcaldes que le dicen a sus ciudadanos que hay que vivir según los 10 mandamientos, misas oficiadas en la sede de la Policía para “agradecer” que después de 14 años de regodearse en su sufrimiento dios se dignó a que 10 hombres recuperaran la libertad. Y los obispos y socerdotes y toda la ralea de pederastas en potencia no han dicho ni mú, no se han negado, no han hecho nada para evitar “reclamar para sí privilegios que rompan el equilibrio de neutralidad que el Estado debe mantener respecto de las diferentes religiones y credos”.

Por el contrario, no hacen más que entrometerse en la función pública y asegurarse de que el Estado perpetúe la miseria de los ciudadanos. Ayer no más, uno de esos esbirros del Papa salió a opinar durante su sermón de las siete palabras qué era lo que debía pasar con la llave de la paz que el presidente Santos mantiene en el bolsillo. Se aprovechan de esas analfabetas mayorías con las que cuentan para recoger firmas afuera de las Iglesias para imponer su supina inopia de la más elemental biología en las leyes colombianas, pretendiendo prohibir el aborto por vía de referendo.

¿Dónde y cuándo ha salido alguno de estos payasos a condenar que se utilice la Procuraduría para imponer la visión católica? Nunca. Pero abundan, en cambio, los enajenados mentales que salen a oponerse a que los homosexuales puedan tener vidas plenas porque dios (su dios, que nos quieren imponer a todos) lo prohíbe.

Durán miente: la Iglesia sí reclama privilegios que rompen el equilibrio de neutralidad. Lo hacen a diario, promoviendo que las mujeres y los homosexuales sean tratados como ciudadanos de segunda categoría (lo que tiene tanto sentido como si tuviéramos leyes que se aseguraran de que, para satisfacer la idiotez mormona, todos los que han recibido transfusiones de sangre no merecieran los mismos derechos).

En ese sentido, puede decirse que la separación y distinción entre la Iglesia y el Estado debe ser no solo clara y transparente, sino reconocida y apoyada por todos.

Esto es cierto, pero no se desprende de lo que el columnista venía diciendo. A la Iglesia se le rinde una pleitesía que no debería, ya que es la vía más rápida para legitimar la discriminación.

Pero no es lo mismo apoyar la separación entre Iglesia y Estado para garantizar la neutralidad del Estado que hacerlo por desprecio de la religión, de cualquier religión, como si las religiones fueran algo que debiera ser superado y olvidado.

Ojalá ese fuera el caso. Las religiones ya deberían estar superadas y olvidadas. Estamos en el siglo XXI, ¿cómo es posible que todavía haya amputados emocionales que se tragan la idea de que existió un zombie judío? ¿O una mujer costilla? ¿O una serpiente parlante? ¿O que, violando todas las leyes de la física y de la química, el agua se transformó en vino? ¿O que el mar puede simplemente abrirse en dos para permitir que un pueblo vaya a vivir libremente merodeando en el desierto durante 40 años (algo de lo que, por supuesto, no hay ni una triza de evidencia)?

El desprecio de la religión por parte de cualquier Estado es algo que no he tenido la fortuna de conocer.

Lo que uno percibe en algunos medios de opinión, y que es la expresión de un liberalismo decimonónico a nuestro juicio bastante reaccionario, es precisamente que muchos de los que abogan por dicha separación en el fondo lo que quieren es prescindir de lo religioso como elemento importante de la vida humana, individual y socialmente considerada.

En primer lugar, eso no tiene nada de reaccionario. Es lo que una persona civilizada espera. Lo reaccionario es querer restregarnos su superstición en ámbitos que claramente no han sido dispuestos para ello.

En segundo lugar, aún siendo que lo que quiero en el fondo es prescindir de lo religioso en la vida pública, eso no le quita fuerza al argumento: la religión tiene que estar separada del Estado. No es de lo que yo quiera, o el señor Durán desee – se trata de cómo están conformados hoy en día los estados modernos.

En tercer lugar, lo decimonónico es tratar la religión de forma diferente a un pene: si lo necesitas para vivir, bien por ti; eso no te hace mejor o peor persona, y ciertamente no tienes que restregárselo a nadie en la cara o metérselo a los niños, ni andar exhibiéndolo en público.

Pareciera que están dispuestos a tolerar que la gente tenga sus creencias y sus valores religiosos, con tal de que estos se reduzcan a la esfera privada, a la familia o a los templos.

¡Sí! Yo soy uno de ellos. El señor Durán tiene que decirme en dónde está leyendo porque ciertamente no he visto la primera columna o el primer editorial en ese sentido. ¡Lo que me estoy perdiendo!

Pero ¡ay de que un funcionario exprese o haga visible en la vida pública cuáles son esas motivaciones personales profundas que lo llevan a actuar dentro de la ley!

¿Y este tipo está a cargo de formar estudiantes? ¡Qué peligro!

Las actuaciones dentro de la ley deben ser conforme a la ley, independientemente si las personas creen en Pinocho, Supermán o los unicornios.

Estoy a favor de una concepción laica y no confesional de Estado colombiano. Pero sé muy bien que no es lo mismo un Estado laico que valora la religión -o mejor: las religiones- que otro que las desprecia y las margina. Ejemplos de esto último son el nacionalsocialismo y el comunismo, contrarios en ideología, pero muy parecidos en su capacidad y disposición para pisotear la dignidad humana.

El señor Vicente Durán Casas es un mentiroso de aquí a Plutón. El nacionalsocialismo valoraba la religión más que nada. Alguna vez me preguntaron que si permitiría la reimpresión de Mein Kampf y dije que sí, que la expresión de ideas bárbaras y salvajes no es un límite de la libertad de expresión. Y ahora resulta más necesario que nunca que todo el mundo leyera la obra de Hitler, pues precisamente en ella se alaba una concepción cristiana de la organización social, y así todos podrían ver a través de la asquerosa mentira de Durán Casas.

El Vaticano abrazó el nacionalsocialismo y este la doctrina católica tanto como Golum se aferra al Anillo Único. Eran uña y mugre. Mejor dicho: el proyecto nazi fue el desarrollo político, al pie de la letra, de las doctrinas católicas. Desde el Vaticano ordenaron celebrarle a su asqueroso Führer el cumpleaños todos los años desde el púlpito y sirvieron de puerta de escape de nazis hacia Argentina y Chile, donde años más tarde fueron a darle la mano y bendecir los regímenes de Videla y Pinochet. Y no hay que olvidar que la dictadura de Franco en España fue el desarrollo del nacionalcatolicismo.

En cuanto al comunismo, es cierto que fue un represivo régimen supuestamente ateo, pero es que el punto no está en que -teóricamente- fuera ateo sino en que fue un régimen represivo. La URSS era una religión de Estado. El estalinismo copió los métodos de la religión e impuso la descreencia de manera artificial. Se amputaron las libertades civiles y la individualidad y se le dijo a la gente qué no podía creer.

Un verdadero Estado laico habría dotado de educación a sus ciudadanos y habría puesto a su alcance los elementos de juicio necesarios para que lleguen a sus propias conclusiones, interesado más en que se desarrollen a nivel intelectual y personal de manera independiente que viéndolos como obreros del panal. No se trata de despreciar o apreciar las religiones, sino de no discriminar, de que cada quién pueda buscar sus respuestas y que el Estado no le diga que una opción es preferible por encima de las demás.

El resto de la columna es una fictica mezcla de sentimentalismos que llevan el artículo a un nuevo nivel de estupidez. Si tienen estómago, bien pueden leerlo.

Entre tanto yo sólo puedo preguntarme: ¿cómo es posible que una Universidad tenga por vicerrector a este impresentable personaje, que miente como bellaco?

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