Creo que lo único más dolorosamente ridículo de leer a un conservador tratando de defender la superstición, es cuando viene un liberal a intentar hacerlo.
No sé si habrán pactado a ver quién incurre en más falacias, pero lo cierto es que se dan parejo. Por ejemplo la columna de esta semana de Catalina Ruiz-Navarro es una oda al despropósito, en el que dice que las imposturas de la Iglesia Católica realmente se tratan de mala fama:
Es común que desde las posturas liberales se asocie al catolicismo con la homofobia, la misoginia y la intolerancia, una mala fama que le han ganado unos pocos radicales que con desafortunada frecuencia asumen la voz oficial de la Iglesia.
Ohh, esta dolorosa y molesta falacia estuvo inundando todo el texto.
A ver, esos “pocos radicales que con desafortunada frecuencia asumen la voz oficial de la Iglesia” son la voz oficial de la Iglesia. Se le olvida a Ruiz que a diferencia de una organización civilizada y moderna, la Iglesia es una dictadura en la que la última palabra la tiene el Papa. No es como si todos pudieran opinar, no.
No se trata de un partido político, de una escuela de pensamiento, una ONG, un think tank, ni nada parecido. Se trata de una religión con una figura de autoridad que establece las políticas que sus subditos no sólo tienen que seguir, sino con las que tienen que contaminar la sociedad. Es su misión, su objetivo, su trabajo.
La religión católica -como cualquier otra- se trata de desconocer la individualidad y la libertad personal, de hacer que todos piensen (es un decir) igual y que obedezcan. Se trata del control autoritario y represivo y de recuperar todo el terreno que han venido perdiendo desde la Ilustración. No hay lugar para el disenso.
Ruiz-Navarro luego pasa argumentar que la Iglesia ha sido una fuerza de bien en el mundo. Más falacias:
Hay curas y monjas que trabajan por comunidades olvidadas y en zonas de conflicto que interpretan el catolicismo desde la compasión y se convierten en piedras angulares de las poblaciones y en fuente vital de apoyo y consuelo.
No sé cómo es que eso lo hace mejor. En primer lugar, la caridad se puede (y se debería) hacer sin la pretensión de imponer una superstición, aprovechándose de unas comunidades que no han tenido las oportunidades ni el acceso al conocimiento necesario para llegar a sus propias conclusiones. La ignorancia es un campo fértil para cultivar la estupidez, los prejuicios y la discriminación.
Claro que la religión puede unir, pero también puede separar. Vaya uno a decirle a esas comunidades que podrían haber salido adelante sin dios, sin el reclutamiento que hicieron de ellos a ver con cuántas piedras en cada mano le responden a uno.
Eso, por supuesto, sin contar con lo inconcebiblemente irresponsable que es ir a enseñarle a una comunidad que no tiene nada, que tengan creencias que no están basadas en la evidencia. ¿Qué clase de persona iría a decirle a una comunidad que existe Zeus y que gracias a él es que han llegado unos salvadores, a traerles su buena nueva y construir comunidad alrededor de esa idea?
Y sigue Ruiz-Navarro:
La Iglesia católica también es responsable por gran parte de la alfabetización en Latinoamérica, un gesto que, aunque claramente colonialista, fue innegablemente necesario para que pudiéramos ser parte del mundo.
La alfabetización se pudo haber dado (y habría sido preferible que así hubiera sido) sin necesidad de imponer la cosmovisión católica. De hecho, no conozco el primer acto benéfico que se haya hecho en nombre de la religión, que no se habría podido hacer de una manera secular y con motivos racionales (contrariamente, conozco muchos casos, casi que no sé por cuál empezar, en el que la religión fue el factor clave para muchas desgracias, que se habrían evitado de no haber estado presente el pensamiento mágico).
Creo que la mejor educación es la que se imparte de manera laica, sin favorecer ninguna creencia religiosa particular. Me parece que eso es garantía de estudiantes librepensadores. Pero, al parecer, me equivoco:
Estudié en una universidad pontificia, donde siempre hubo libertad de cátedra y espacio para todo tipo de ideas laicas. En gran medida, las bases de mi pensamiento liberal se las debo a la Javeriana.
Claro que eso es ahora, porque otra era la época en que dominaba la Constitución de 1886 y las ideas laicas y sus exponentes eran perseguidos y tratados como parias, como anacoretas. Mientras una universidad como el Externado de Colombia y un periódico como El Espectador sufrieron persecusiones y cierres, la Javeriana miraba cómodamente desde su claustro cómo se perseguía a los que no estaban de acuerdo con la enseñanza de su religión. ¿Realmente pretende hacer una defensa de una universidad que da una cátedra de Teología a todos sus estudiantes?
Luego se va a citar unas palabras aparentemente progresistas del padre Carlos Novoa para rematar con:
Aunque estas últimas declaraciones fueron enfáticamente criticadas por varios sectores de la Iglesia que le pidieron “aclarar” su postura frente al aborto terapéutico, y aunque el 31 de enero de este año dijera en Hora 20 que el travestismo y la bisexualidad eran enfermedades y llegara a casi igualar la homosexualidad con la pederastia, las declaraciones previas de Novoa dejan claro que en el pensamiento católico hay espacio para las posturas progresistas.
Este es el momento en el que sigo sin entender cómo un columnista puede echarse un parrafado aportando evidencia de una cosa (que no hay espacio para la disidencia) y terminar concluyendo exactamente todo lo contrario de lo que probó.
La escritora termina el artículo con esta joya:
Una religión (o la falta de ella) no es garante de ética y bondad, pero es una verdadera lástima que por culpa de una minoría se identifique a la religión católica con la intolerancia, cuando muchos de sus fieles en realidad están comprometidos con la bonita bandera de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
En cuanto a lo de la garantía de ética y bondad, me permito recordar que si EEUU se deshiciera de todos sus ateos, perdería el 93% de todos sus científicos y tan sólo el 2% de su población carcelaria.
En cuanto a lo de la minoría: lo siento, esas son las reglas de cualquier dictadura – se hace lo que diga la minoría que está en el poder.
Y en cuanto a “la bonita bandera de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad”, ciertamente pone de manifiesto un evidente caso de mal gusto por parte de la autora.
La fe es la “virtud” más inútil que jamás haya conocido: la creencia en algo sin ninguna evidencia que la soporte (y aún con toneladas de evidencia en contra). Eso sólo puede ser la fórmula para el desastre. La fe es, en el mejor de los casos estúpida, y en el peor de los casos peligrosa. Nada se perdería con deshacernos de ella.
La esperanza es poner de manifiesto, de nuevo, el mal gusto de la autora: una predilección porque al final de la vida las personas serán recompensadas por haberse privado de disfrutar y gozar esta vida y que los que no nos creímos esos estúpidos cuentos seremos enviados al infierno a sufrir, quemarnos, ser torturados, ahogarnos y hundirnos en la desazón. Todo esto, siguiendo el maquiavélico plan de un dizque amoroso dios que ni siquiera entiende de proporcionalidad de la pena, pues el castigo es eterno. ¡Y en eso tienen puesta su esperanza! ¡¡Puajj!!
Lo de la caridad es una incipiente manifestación de adorar la pobreza. La caridad católica, por oposición a la ética del trabajo protestante, es la receta perfecta para la pobreza. Al fin y al cabo, sólo los pobres entran a la Norcorea celestial llamada “Reino de los Cielos”.
Ya que Ruiz-Navarro considera que la pobre Iglesia (que cuenta con toneladas de medios impresos, acciones en muchísimas empresas y centros educativos) lo que tiene es un problema de relaciones públicas, bien haría en explicar por qué desde el Vaticano le dieron protección clerical a los nazis en todos los países títeres, por qué ordenaron celebrarle el cumpleaños a Hitler todos los años desde el púlpito, por qué refugiaron a muchos nazis en el Cono Sur (que luego servirían para apoyar las dictaduras de Chile y Argentina, que también contaron con la aprobación y beneplácito de la Iglesia) y por qué el único nazi excomulgado fue Goebbels… por casarse con una protestante.
El problema no es de fama. Es de fascismo. (Y eso que ni siquiera toqué el tema de la pederastia.)