Creo que el público colombiano no está preparado para el stand up comedy. Lo mejor que podemos mostrar es esa colcha de retazos de las rutinas de los cuenteros que recopiló el bueno para nada de Andrés López y que se llama La Pelota de Letras, que no es más que una pésima caricatura que recoge los estereotipos de la sociedad colombiana y los embute en dos horas de show.
Y es que Colombia no está preparada para un humor fino, negro y crítico, sino para burlarse de una distorsionada imagen del espejo. Por eso, mientras El Pequeño Tirano trata de sobrevivir y hacerse económicamente viable, le va tan bien a esos intentos de comediante tipo José Ordóñez y Andrés López, mamarrachos sin talento que en últimas se dedican a promover la superstición, sea la idiotez de la cienciología o la fantasía cristiana. Y a ese selecto club acaba de entrar Pedro González, que se hizo famoso con el personaje de Don Jediondo:
“Quiero pararme en un púlpito y en medio de chistes y alabanzas llevar la palabra de Dios”, dice, al reconocer que le gustaría llegar a ser predicador o pastor de una comunidad cristiana, aunque sabe que le falta un camino inmenso para aprender del Evangelio.
Sí. Don Jediondo, el mismo que tiene 89.606 seguidores en Twitter y que es sin duda uno de los humoristas más queridos por los colombianos, podría estar llegando a su fin. Y no solo él: la carrera de Pedro González en la radio y la televisión también podría tener los días contados.
“He pensado que tal vez tenga que decir adiós a mi carrera. Yo creo que mi nueva vida no consiste en agradar a la gente, sino en agradar a Dios”.
Su (intento de) humor siempre me pareció flojo y burdo. Y aunque en principio creo que su retirada puede traer algo de sanidad al mundo de la comedia, su nueva cruzada es definitivamente la contaminación del mundo real, con burdos (parece que el hombre no puede salir de esta categoría) cuentos de hadas. Que mejor se dedique a sus restaurantes.