Semana Santa es una época en la que afloran todo tipo de creencias y ritos, que por su misma naturalezas son ridículos.
La religión siempre ha ido de la mano con la ausencia de lógica, el absurdo y la estupidez. Por eso no es de extrañar que en Filipinas haya gente dispuesta a clavarse a una cruz para que sus familiares enfermos se mejoren, algo que depende de los avances en medicina y el acceso a la salud. Y las personas lo siguen haciendo así sus familiares no se mejoren
También es la salud de los suyos lo que lleva a Fernando Mamangun, de 42 años, a dejar que le perforen las manos y los pies con clavos de unos 12 centímetros de largo para sujetarlo a la cruz. “La primera vez fue en 1990. A mi esposa tenían que quitarle un pecho por un quiste infectado. Fue por eso por lo que comencé con esta devoción. Después de hacerlo, el problema se solucionó, la operación fue bien“, relata.
Sin embargo, a veces se cuestiona si su sacrificio resulta realmente verdadero por los persistentes problemas intestinales de su hija, que tuvo que someterse hace años a una colostomía. “Hasta ahora defeca por el abdomen y me gustaría que lo hiciera de forma normal. Si mi devoción no es auténtica, no se recuperará del todo”, sostiene.
Pese a haberse sometido a este rito durante 22 ediciones consecutivas, Mamangun no se puede sacudir la tensión que le invade en los días previos y que le hace desear que “el momento del sacrificio llegue cuanto antes” para que todo pase. “En el momento en que me empiezan a subir a la cruz ya no sé qué sentir o qué hacer, quiero ir al baño, vomitar, o incluso salir corriendo. Es muy difícil, sobre todo viendo que los otros ya están ahí arriba, en la cruz. Siento muchísimos nervios”, relata.
Aunque a veces siente la tentación de abandonar, la esperanza de que Dios le ayude a conseguir ingresos para curar a su hija de sus problemas intestinales le empuja a superar sus miedos. “A veces -agrega- lo quiero dejar. Pero no puedo. Me prometí a mí mismo que haría este sacrificio. No pararé hasta que mi hija sea operada. Nunca pedí nada por mí, ni me di un plazo concreto para dejar de sacrificarme. Solo espero que alguien pueda ayudar a mi hija”.
Los alcances a los que llegará una persona para infligirse dolor o privaciones a sí mismo o a alguien más por consejo de dios ya no consigue sorprenderme, aunque todas y cada una de las veces me parece aterrador.
Todavía nadie ha sabido explicarme por qué el bien espiritual siempre depende del maltrato físico, del desprecio por lo material.
Cuando alguien dice “espiritual”, yo escucho sacrificio, dolor, trauma, angustia, intranquilidad, malestar, pesadumbre, ansiedad, desconsuelo, incertidumbre, pesar, zozobra, aflicción, ansia, congoja, desesperación, preocupación, inquietud, pena, tormento, tristeza, suplicio, tortura, aflicción, congoja, daño, pena, tormento y calvario.