Hace unos días me recomendaron por Twitter que leyera un artículo que el excandidato a la alcaldía Aurelio Suárez había escrito en algún pasquín.
Cuando fui a buscar el escrito, no apareció en la página de ningún periódico pero sí en el portal del MOIR. Es todo lo que cabría esperar de Aurelio Suárez:
“La agricultura se está muriendo, doctor”
Así exclamó un cordobés cuando examinaba los cultivos de algodón en esta cosecha.
Es una bonita forma de empezar: mediante una falacia que apele a los sentimientos. ¡Nadie quiere que se muera la agricultura!
Los algodoneros tienen subsidio de compensación, absorbido por elevados costos de insumos y por la revaluación, que abarata las importaciones de la cadena, pero especialmente porque cada vez dependen más de la semilla transgénica, Bolgard II (BT) de Monsanto. Ésta rebajó la productividad al menos en 30% y las semillas convencionales fueron suspendidas por el ICA en varios casos por contaminación derivada de las genéticamente modificadas.
Así como cuando uno afirma cifras exactas sin ninguna fuente que respalde sus afirmaciones, así. Yo también puedo sacarme cualquier número que me salga de la nariz. La diferencia radica en que a mí me importa más la verdad que ganarme el voto de un corrillo de enconados enemigos del progreso, así que no tengo necesidad de mentir.
Aunque para los que estábamos hambrientos de fuentes, Suárez empieza a proporcionarlas en el párrafo inmediatamente siguiente:
Los daños en ese tipo de semillas no son nuevos. Un estudio de científicos de los cinco continentes, de octubre de 2011, titulado “El emperador transgénico está desnudo”, reitera que son tecnologías fallidas y que las promesas fueron falsas: no hubo reducción en uso de pesticidas; no aumentó el rendimiento de ningún cultivo; han aparecido pestes y malezas más fuertes y resistentes, y el hambre creció.
Bueno, pues me ha dado por buscar dicho estudio [PDF] y ohh, sorpresa.
Para empezar, el “estudio” está alojado en la web de Navdanya, organización india que tiene entre sus propósitos “rejuvenecer la sabiduría indígena” y “crear consciencia sobre los riesgos de la ingeniería genética” (lo que en palabras castizas y coloquiales equivale a esparcir el miedo y sembrar el terror sobre una tecnología y ciencia aplicada).
Con respecto a eso de que el estudio fue llevado a cabo por científicos de los cinco continentes, Suárez vuelve a caer en el error. El “estudio” mismo indica que no es un estudio sino un reporte, hecho por ciudadanos, organizaciones y “científicos y activistas comprometidos con los alimentos y los sistemas agrícolas sostenibles”.
Si están a punto de tachar el supuesto estudio de mentira, a lo mejor quieran esperar un poco más: resulta que las organizaciones del dichoso reporte tampoco son blancas palomitas inocentes. Todas ellas tienen como parte central de sus misiones combatir los transgénicos. Algunas de ellas son Saving Our Seeds, REDES (Amigos de la Tierra de Uruguay), la Red Por una América Latina Libre de Transgénicos (RALLT) y el Centro de Estudios para el Cambio del Campo Mexicano (Ceccam).
O sea: un montón de gente que desprecia los transgénicos se unieron para hacer un reporte que dijera por qué estos iban a ser el acabose y a significar la destrucción de la Tierra y la invasión de los extraterrestres.
Eso, junto con una tonelada de cifras inventadas es lo que Aurelio Suárez tuvo la audacia de presentar como un intento de argumento en contra de los transgénicos.
Pero ahí no acaban los alegres reportes (sin fuente) de cifras del excandidato:
El fenómeno es global: China prohibió comercializar arroz y trigo transgénicos; en India, en Gujarat, la productividad en algodón disminuyó a un tercio del promedio histórico y en Indonesia entre cuatro y siete veces; en Europa esos cultivos son casi inexistentes y en Estados Unidos, en veinte años, el uso de pesticidas subió 26% y 15% el de herbicidas con el uso de transgénicos. Monsanto fue sancionado por expender esas especies sin advertirlo en los empaques.
El tipo omite, conveniente y deshonestamente, que en India y Uganda los pollos transgénicos han aumentado la productividad y sacado de la miseria a muchas familias (¿no es eso lo que persigue el partido de Aurelio, el Polo Demagógico Alternativo?), que en India la expansión del algodón Bt ha reducido considerablemente el uso de pesticidas, que la papa Fortuna de BASF salvaba el 20% de las cosechas de ese tubérculo ya que resiste al tizón tardío, que China ya empezó los ensayos de precomercialización de arroz transgénico resistente a los insectos y que el arroz dorado –transgénico que no tiene patente y se entrega de manera gratuita– prevendría en gran medida la ceguera infantil.
En cuanto a lo de las advertencias en los empaques, eso es pura guerra sucia y jugar con el miedo y la ignorancia de las personas – o se etiqueta todo o no se etiqueta nada. Y Monsanto no pudo haber sido sancionado en EEUU, pues allá no es obligatoria la etiqueta transgénica, a diferencia de Europa.
Ahora vamos a hacer bien la tarea. Sobre transgénicos se publicó una revisión general a 24 estudios de los efectos de la alimentación a largo plazo de los cultivos transgénicos. La conclusión fue:
Los resultados de todos los 24 estudios no indican ningún riesgo para la salud y, en general, no hubo diferencias estadísticamente significativas en los parámetros observados. Sin embargo, algunas diferencias se observaron pequeñas, las cuales cayeron dentro del rango de variación normal de los parámetros considerados y por lo tanto no tuvieron ningún significado biológico o toxicológico.
Y hay muy buenas razones para tomar en serio este estudio (este sí):
– Los autores son académicos independientes, y científicos del sector público
– Los estudios revisados son de grupos académicos independientes, financiados con fondos públicos
– Los estudios examinaron diversos cultivos (maíz, arroz, soya, triticale, papa)
– Los estudios incluyeron los dos ejemplos de OGM, comerciales y puramente académicos (resistencia a insectos, tolerancia a los herbicidas, expresión protéica de polen – un ejemplo no comercial)
– Muchos modelos diferentes de animales fueron incluidos (roedores, vacas, cabras, salmón, macacos, gallinas, codornices, ovejas)
– Los investigadores examinaron varias decenas de parámetros biológicos en busca de los posibles efectos negativos
– Esta revisión ha sido llevada a cabo por científicos de alto nivel y su artículo también fue revisada por pares
– El documento aborda una cuestión importante, pero, al hacerlo, se suma a muchos otros hallazgos con sede en Europa que respaldan la seguridad de los cultivos y alimentos transgénicos
Esos sí son parámetros para tener en cuenta a la hora de decidir si se utiliza o no una tecnología o si se aplica o no un conocimiento científico. ¿Fue revisado por pares lo que cita Suárez? No lo dice y yo no lo creo.
Por otra parte, Aurelio Suárez es un ingeniero y un político (que por lo que vi en campaña, todavía vive en la Guerra Fría y ni siquiera comprende qué fue lo que causó la crisis económica del 2008). No es biólogo y su aproximación a la agricultura es menor que la de un campesino común y corriente.
Sin embargo hay algo que llama la atención: Suárez es el fundador de la Asociación Nacional por la Salvación Agropecuaria en donde se encuentran ponencias de los mismos temas de siempre, con su aproximación anticientífica de siempre. De hecho, reproducen una conferencia de Elsa Nivia que nos cuenta lo malo y perverso que es el glifosato y cómo está de cerca el fin del mundo con el Roundup. Esto por supuesto ha sido sistemáticamente desmontado por cualquier estudio serio, revisado por pares, sobre la toxicidad del glifosato, que siempre concluyen lo que ya sabemos: que todos los agroquímicos ‘contaminan’ y que el glifosato afecta a algunas especies pero no hay muchas evidencias de que afecte a los humanos.
Así que por favor, la próxima vez que alguien quiera que hablemos sobre transgénicos, que venga con fuentes científicas, estudios llevados a cabo por laboratorios independientes y revisados por pares. Yo no seré parte de sus populistas cruzadas anticientíficas.