Como con todas las tradiciones religiosas, la Semana Santa trae sus propias estúpidas costumbres, como creer que se ha pecado por satisfacer las demandas del cuerpo y de la carne. Con esa estoica idea en mente decidieron prohibir que en esa semana se coma carne roja para así hacer penitencia (ohh, cómo le encantan el dolor físico y las privaciones a los líderes religiosos).
Así que los vendedores de carne blanca harán su agosto… a no ser que el Gobierno se lo impida:
Para evitar que los comerciantes cobren excesivamente por estos días, el Distrito se reunirá con ellos hoy y fijará los precios máximos por libra, explica Estela Quintero, funcionaria de la Oficina de Protección al Consumidor, adscrita a la Secretaría de Gobierno.
“Nos reuniremos con los representantes de los supermercados, del mercado y de unas 25 pescaderías no sólo para establecer la tabla de precios, sino para unificar criterios en el nombre de los pescados. Que llamen el producto como se conoce aquí. Por ejemplo, si un supermercado tiene su casa matriz en el interior y allá llaman determinada especie con otro nombre, pues aquí deben llamarla como siempre la hemos conocido”, asegura Quintero.
¡Eso no es competencia del Estado! Si alguien tiene unas ridículas creencias y está dispuesto a pagar por ellas, ¡que pague!
Si al Estado le interesara que los ciudadanos no sean estafados, prohibiría los bautizos a los menores de edad y que estos sean expuestos a la estupidez religiosa. Si lo condona no pueden luego venir a decir que quiere evitar que les vean la cara de idiotas.
Nadie intenta evitar que a los vegetarianos les cobren más alto las ensaladas, ni que a los uribistas les vendan las armas más caras, así que ¿por qué el trato preferencial a los cristianos? ¿Dónde queda la igualdad ante la ley?