Tristemente el Jardín Botánico, en vez de ser un desarrollo profundo de invitar a la ciudadanía a que nos relacionemos con nuestro entorno natural y adquiramos conocimiento al respecto, se ha vuelto una porrista del pensamiento místico medieval que impulsa a ver la naturaleza como algo que no se puede conocer y que encierra una pureza y un encanto que no matarían a una mosca (aunque, ciertamente, las gacelas devoradas por leones no estarían de acuerdo con esto).
Pues ahora tenemos al Jardín Botánico de Medellín auspiciando clases de yoga:
Qué lindo: ponen en riesgo el bienestar de sus visitantes, dándole la espalda a su supuesto carácter divulgativo y científico, todo por apelar un público que tiene severamente distorsionada su aproximación a la realidad.
Ya sé, yo digo que le cambiemos el nombre. De ahora en adelante lo llamaremos El Bosque Encantado. Ustedes saben, como para que se ajuste más a los estándares anticientíficos, medievales y magufos de su distinguida clientela.
(dato: Pirituyo)